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lunes, 19 de agosto de 2013

El Liderazgo Político

1.      El Liderazgo

Antes de definir que es, o que debería ser el liderazgo, debemos tener clara la diferencia entre líder y liderazgo, puesto que cuando se habla de líder, se está hablando de personas especificas dentro de una organización, mientras que el liderazgo nos habla de la función, del trabajo del líder.

El término liderazgo ha sido ampliamente discutido desde diversas perspectivas tales como sociológicas, políticas, económicas entre otras. Por tales considerandos, se debe mencionar que no existe un significado único de liderazgo, en su defecto puede ser definida en relación con la diversidad de objetivos y propósitos de una organización o grupo. Sin embargo, en los últimos años han tendido a predominar nociones provenientes del mundo de la administración de negocios, al parecer preocupadas en lo esencial por la eficacia del liderazgo, según Heifetz (1997) liderazgo es la capacidad de proporcionar las funciones directivas asociadas con las posiciones de nivel superior[1]. Otra óptica al respecto es de Morín (1983) es el conjunto de las actividades, y sobre todo de las comunicaciones interpersonales, por las que un superior en jerarquía influye en el comportamiento de sus subalternos, en el sentido de una realización voluntariamente eficaz de los objetivos de la organización y del grupo[2]. Chiavenato (2003), el liderazgo es la influencia interpersonal ejercida en una situación, dirigida a través del proceso de comunicación humana a la consecución de uno o diversos objetivos específicos[3].

En consecuencia podemos sostener que el liderazgo es un conjunto de hábitos positivos y cualidades que motivan y permiten a una persona conducir a un grupo de individuos al logro de fines superiores por caminos donde existen obstáculos, pero aferrados por principios y valores de alto contenido moral.

2.      El Liderazgo Político

Desde la perspectiva clásica se asume que el liderazgo no es bueno ni malo en sí mismo, sino que es un medio cuya bondad o maldad está dada por sus objetivos, se tiene también que asumir que el fin del liderazgo político es la cuestión crucial para determinar si favorece o no la comunidad o el grupo al que el líder pertenece.

Ahora bien, según Vega (1989) es la relación que se establece dentro de una coyuntura concreta y dinámica, entre una personalidad y una situación de grupo en el cual el objetivo central es la conquista y el control del Estado o de los instrumentos para influirlo, por parte de ese grupo[4]Pues bien, durante muchos años, los líderes políticos recibían no un mandato sino que una delegación de poder, actuando con amplios niveles de autonomía. En la actualidad, los ciudadanos no desean líderes políticos autoreferenciales, sino activos representantes de sus intereses y necesidades.

Por consiguiente, al ejercicio del liderazgo político se le imponen nuevos límites, básicamente asociados a la idea de que el mandato que reciben no les exonera de rendir cuentas a sus concuidadanos e, incluso, en caso de que esa rendición de cuentas no satisfaga a los mismos, ser removidos de sus cargos. Si bien esto en las democracias contemporáneas es todavía una idea joven y una práctica incipiente, no existe duda que las tendencias marcan la ruta hacia ese escenario, como condición que haga viable la existencia de esas democracias en el tiempo.

Así, los líderes políticos dentro de unos decenios más estarán determinados por una doble condición: por un lado, los límites que la sociedad le imponga como resultado del desarrollo de sus instituciones y de las capacidades autónomas de los ciudadanos para controlar sus acciones; y, por el otro, los referentes éticos que -de manera inherente- desarrollen como resultado de su evolución personal en la práctica de vivir en democracia.

3.      Relación entre Autoridad y Poder

Esta relación es fundamental para la comprensión del liderazgo político. Muchas veces el liderazgo ha sido visto como una consecuencia de la autoridad, en tanto se entiende que el líder es aquel que detenta la autoridad en el grupo, organización o comunidad de que se trate. En nuestra visión, el liderazgo está dado no sólo por la autoridad conferida sino por el poder efectivo que el líder pueda ejercer. En este sentido el poder es una condición inmanente al liderazgo, quedando al carácter o integridad del líder y a las normas del grupo y organización, el que ese poder sea usado para los objetivos establecidos.

Esta idea es central cuando se habla de liderazgo político en democracia, dado que el poder en la democracia debe ser encauzado institucionalmente, preferiblemente a través de una autoridad legítima, de modo que el líder responda a los intereses de la sociedad y esté sujeto a límites precisos. La existencia de instituciones tiene una doble condición: permite que el líder político pueda gobernar, es decir, -favorece la eficacia del liderazgo-  al otorgarle legitimidad en el uso del poder y la autoridad; pero también permite, en caso de que ese líder no represente de manera efectiva los intereses de la sociedad, contar con mecanismos que permiten su relevo por vías pacíficas y también legítimas.

4.      La carisma política y su influencia en la generación del liderazgo

Friedman (1981) y Kaplan (1991) (citados por Goleman, 2001)[5], refieren que es notoria la importancia de las habilidades sociales, como sistema que ponen en funcionamiento las personas expertas en el arte de influir en los demás, gracias a ciertas habilidades que facilita y moviliza adecuadamente las emociones; es decir, necesita de varias competencias socioemocionales y cognitivo-emocionales, de las cuales podemos destacar las siguientes apreciaciones:

a.       La capacidad de influencia social, dicho de otro modo, las personas empáticas y con carisma política, poseen herramientas eficaces de persuasión, captando la atención de grupos y personas en base a estrategias para recabar el consenso, el interés y el apoyo de los demás, siendo creativos para propiciar acciones a fin de exponer y sustentar sus opiniones.
b.      El nivel experto en la comunicación, por su aptitud sobresaliente en escuchar abiertamente y mandar mensajes convincentes a los demás. Saber dar y recibir mensajes, captar señales emocionales oportunamente con personas y grupos; ello les permite abordar las situaciones difíciles, buscar la comprensión mutua, compartiendo la comunicación y alentando la comunicación abierta y sincera. Estas personas con carisma otorgan importancia al estado de ánimo creado para establecer una solución adecuada con los demás, manteniendo la calma.
c.       El manejo de los conflictos, por su capacidad en la negociación y la resolución de desacuerdos. Las personas carismáticas aprenden a manejar a las personas difíciles y las situaciones tensas con diplomacia y tacto. Al reconocer los conflictos, sacan a la luz los desacuerdos entre personas y grupos, fomentando la reducción de la tensión, alentando el debate y la discusión abierta. Estas personas buscan el modo de llegar a soluciones satisfactorias. Su adecuada percepción del ambiente y de las tendencias políticas, les permite aportar soluciones, interpretar señales resolviendo de manera creativas los conflictos.
d.      La capacidad de ser catalizadores del cambio, en cuanto a ser expertos en iniciar o controlar el cambio. Los líderes con amplia conciencia de la experiencia y realidad política, muestran un perfil adaptativo y flexible, siendo capaces de reconocer la necesidad de cambiar y eliminar barreras, desafiando el status quo y facilitan que todos reconozcan la necesidad del cambio, tan importante hoy en día en las organizaciones empresariales y políticas; por ello promueven el cambio, consiguiendo que otros hagan lo mismo, modelan el cambio de los demás.
e.       La capacidad de liderazgo, en virtud de saber inspirar y guiar a los individuos y grupos. Las personas con amplia y eficaz conciencia política, articulan y estimulan el entusiasmo por las perspectivas, visiones y los objetivos compartidos. El líder cuando resulta necesario, sabe tomar decisiones independientemente de su posición personal. Su adecuado enfoque político le permite guiar el desempeño de los demás y principalmente liderar con el ejemplo, siendo modelo de eficacia y confianza, infundiendo energía positiva. los líderes demuestran un perfil de capacidades asociado al carisma político: motivación de logro, confianza en sí mismo, compromiso, influencia, pensamiento estratégico, fluidez creativa, entre otras[6].
Por lo tanto en la nueva época que estamos viviendo, se marca la falta de liderazgo político, por eso es importante pensar en un relevo generacional, es decir, que nuevos líderes tomen las riendas de los partidos políticos, pero con nuevas ideas, nuevos conceptos; nuevas formas de hacer política, que nos ayude a conseguir el bienestar de la población. Si logramos alcanzar éstas metas, estaremos construyendo un nuevo liderazgo político.



[1]   Heifetz, Ronald. (1997)  Liderazgo sin respuestas fáciles. Paidós, España, pp. 45-56.
[2] Morin, Gaetan (Ed): Los aspectos humanos de la organización, ICAP, San José, 1983. Pág. 241.
[3] Chiavenato, Idalberto. (2003). Introducción a la teoría general de la administración. México: Editorial Mc Graw Hill.
[4] Vega, José Luis. (1989) Liderazgo político, en Diccionario Electoral, IIDH/CAPEL, primera edición, San José, p. 466.
[5] Goleman, Drucker. (2001). La práctica de la Inteligencia Emocional. Buenos Aires: Kairós.