1.
El
Liderazgo
Antes de definir que es, o que debería ser el liderazgo, debemos tener clara la diferencia entre líder y liderazgo, puesto que cuando se habla de líder, se está hablando de personas especificas dentro de una organización, mientras que el liderazgo nos habla de la función, del trabajo del líder.
El término liderazgo ha sido ampliamente discutido desde diversas perspectivas tales como sociológicas, políticas, económicas entre otras. Por tales considerandos, se debe mencionar que no existe un significado único de liderazgo, en su defecto puede ser definida en relación con la diversidad de objetivos y propósitos de una organización o grupo. Sin embargo, en los últimos años han tendido a predominar nociones provenientes del mundo de la administración de negocios, al parecer preocupadas en lo esencial por la eficacia del liderazgo, según Heifetz (1997) liderazgo es la capacidad de proporcionar las funciones directivas asociadas con las posiciones de nivel superior[1]. Otra óptica al respecto es de Morín (1983) es el conjunto de las actividades, y sobre todo de las comunicaciones interpersonales, por las que un superior en jerarquía influye en el comportamiento de sus subalternos, en el sentido de una realización voluntariamente eficaz de los objetivos de la organización y del grupo[2]. Chiavenato (2003), el liderazgo es la influencia interpersonal ejercida en una situación, dirigida a través del proceso de comunicación humana a la consecución de uno o diversos objetivos específicos[3].
2.
El
Liderazgo Político
Desde la perspectiva clásica se asume que el liderazgo no es bueno ni malo en sí mismo, sino que es un medio cuya bondad o maldad está dada por sus objetivos, se tiene también que asumir que el fin del liderazgo político es la cuestión crucial para determinar si favorece o no la comunidad o el grupo al que el líder pertenece.
Ahora bien, según Vega (1989) es la relación que se establece dentro de una coyuntura concreta y dinámica, entre una personalidad y una situación de grupo en el cual el objetivo central es la conquista y el control del Estado o de los instrumentos para influirlo, por parte de ese grupo[4]. Pues bien, durante muchos años, los líderes políticos recibían no un mandato sino que una delegación de poder, actuando con amplios niveles de autonomía. En la actualidad, los ciudadanos no desean líderes políticos autoreferenciales, sino activos representantes de sus intereses y necesidades.
Por consiguiente, al ejercicio del liderazgo político se le imponen nuevos límites, básicamente asociados a la idea de que el mandato que reciben no les exonera de rendir cuentas a sus concuidadanos e, incluso, en caso de que esa rendición de cuentas no satisfaga a los mismos, ser removidos de sus cargos. Si bien esto en las democracias contemporáneas es todavía una idea joven y una práctica incipiente, no existe duda que las tendencias marcan la ruta hacia ese escenario, como condición que haga viable la existencia de esas democracias en el tiempo.
3.
Relación
entre Autoridad y Poder
Esta relación es fundamental para la comprensión del liderazgo político. Muchas veces el liderazgo ha sido visto como una consecuencia de la autoridad, en tanto se entiende que el líder es aquel que detenta la autoridad en el grupo, organización o comunidad de que se trate. En nuestra visión, el liderazgo está dado no sólo por la autoridad conferida sino por el poder efectivo que el líder pueda ejercer. En este sentido el poder es una condición inmanente al liderazgo, quedando al carácter o integridad del líder y a las normas del grupo y organización, el que ese poder sea usado para los objetivos establecidos.
4.
La carisma
política y su influencia en la generación del liderazgo
Friedman (1981) y Kaplan (1991) (citados por Goleman, 2001)[5], refieren que es notoria la importancia de las habilidades sociales, como sistema que ponen en funcionamiento las personas expertas en el arte de influir en los demás, gracias a ciertas habilidades que facilita y moviliza adecuadamente las emociones; es decir, necesita de varias competencias socioemocionales y cognitivo-emocionales, de las cuales podemos destacar las siguientes apreciaciones:
a.
La
capacidad de influencia social, dicho de otro modo, las personas empáticas y
con carisma política, poseen herramientas eficaces de persuasión, captando la
atención de grupos y personas en base a estrategias para recabar el consenso,
el interés y el apoyo de los demás, siendo creativos para propiciar acciones a
fin de exponer y sustentar sus opiniones.