El liderazgo y carisma político, desde la antigüedad fue un tema atrayente y seguirá siéndolo para la humanidad, por consiguiente muchos investigadores se han esforzado por aportar y defender sus perspectivas, una medida cuasi precisa como para demarcar el mayor número de manifestaciones específicas. A juzgar por la continuidad de los intentos, sostenemos que quizás ninguno de estos investigadores ha logrado su objetivo de manera incuestionable.
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viernes, 2 de agosto de 2013
HAYA DE LA TORRE Y LAS UNIVERSIDADES POPULARES “GONZÁLEZ PRADA”
jueves, 1 de agosto de 2013
FUNDACIÓN DE LA ALIANZA POPULAR REVOLUCIONARIA AMERICANA.
domingo, 28 de julio de 2013
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA FUNDACIÓN DEL APRA
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA FUNDACIÓN DEL APRA.
Al respecto de los antecedentes
históricos del Apra, no existe una perspectiva uniforme de los investigadores,
sin embargo consigno algunos puntos de vista, tal es el caso del historiador Basadre (1970) quién afirmó apoyándose en la entrevista al mismo fundador, para dilucidar con mayor precisión arguyó que
Haya de
- LA
REVOLUCIÓN MEXICANA.
Este acontecimiento se desarrolló
en México desde los años de 1910, cuando Francisco Madero se enfrentó al
dictador Porfirio Díaz –ya estuvo 30 años en el poder- para poner fin a la
reelección infinita con el sufragio
efectivo, este suceso despertó interés en gran parte del continente, y también
la lucha de Emiliano Zapata con el lema “la
tierra para el que la trabaja” igualmente las hazañas del Bandolero Pancho
Villa, quién desafió el poderío de los Estados Unidos de Norteamérica, todo estos
hechos contribuyeron para que en 1917 el General Venustino Carranza promulgue
Al respecto Murillo
afirma que:
La revolución mexicana es la primera revolución social, no socialista del siglo XX, es anterior a la revolución Rusa de 1917 que llevó al poder a Lenin e instauró el bolchivismo en el país de los zares[1].
El fundador del Apra al parecer
prestó gran atención a estos procesos, ya que sus observaciones resaltaron
conclusiones sustantivas en sus libros “El
Antiimperialismo y el Apra” “Emancipación
para América Latina” y “Treinta años
del Aprismo”. Presentamos parte del fragmento de la obra de Haya de
México a las puertas del más poderoso e imperialista país de la tierra, ha hecho que su realidad le ha permitido hacer (…) Y no hay que olvidar que México en la lucha revolucionaria, por su independencia económica, fue hasta donde pudo ir sola. Ningún país aislado en Indoamérica podría haber ido más lejos, esa es la lección que nos ofrece la revolución mexicana[2].
Aquí Haya de
En consecuencia la revolución
mexicana contribuyó a reforzar los vínculos de solidaridad americana con miras
a lograr la emancipación económica de estos pueblos, esta fue la lección
recogida por Haya de
- LA REFORMA
UNIVERSITARIA DE CÓRDOVA.
Si la revolución mexicana fue una
verdadera revolución social para nuestros países, también lo fue el movimiento
de la reforma universitaria, iniciado por los estudiantes argentinos de
Acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la dominación monárquica y monástica (…) Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan (…) Se nos acusa ahora de insurgentes en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección[4].
Definitivamente parece que fue un
llamado hacia la juventud Indoamericana a cooperar en la obra que emprendían, que al inicio fue
un mero conflicto con las autoridades de
Esta reforma proclamaba lo siguiente:
“Coparticipación estudiantil en la vida y gobierno de
En consecuencia para Haya de
- LOS
ANARCO-SINDICALISTAS.
Murillo (1976) afirmó que si la reforma universitaria de Córdova y
la revolución mexicana influyó en la formación del Apra, desde el escenario
continental Latinoamericana, también el Apra estaba enraizado en su formación
con el movimiento obrero desde sus inicios, porque fue influenciado por las
ideas del movimiento anarco-sindicalismo, este fenómeno se registró
especialmente en algunos países sudamericanos donde la presencia de españoles e
italianos permitieron con la divulgación de
sendas ideas de Bakunin, Proudhon, Kropotkine, Malatesta entre otros.
El anarquismo en aquellos años pregonaba
que la libertad era la condición esencial de toda revolución, aspiraba a la
destrucción del Estado para el establecimiento de una sociedad sin clases, pero
apelaba a la violencia para conseguir sus objetivos. En nuestro país el
anarquismo fue influenciado por Manuel González Prada, las ideas libertarias se
divulgaban a través de sus publicaciones como:
En consecuencia las influencias
del anarco sindicalismo sobre Víctor Raúl Haya de
- VIDA Y
OBRA DE MANUEL GONZÁLEZ PRADA.
Finalmente “la influencia de vida y obra de González Prada en Víctor Raúl, fue
patente, de éste el futuro fundador del aprismo extrajo la tesis del frente
único de trabajadores manuales e intelectuales” Barba (1978:53). González
Prada, nació en Lima el 6 de Enero de
1848 fue una de las figuras de más realce a finales del siglo XIX en nuestro
país, sus obras se proyectaron como precursora de las transformaciones sociales
que se han desarrollado en la centuria pasada. Este libre pensador fue procedente de un hogar
abolengo, sin embargo luchó denodadamente contra las tradiciones y costumbres
de su época. Murillo (1976) afirmó que: “cuando vino la guerra con Chile en 1879 su deber llevó a combatir por
la defensa de la patria, en el campo de batalla sufrió su gran desilusión, de
la clase gobernante, pues sintió en carne propia la humillación de la derrota.
A partir de aquella época su verbo se hizo iracundo, su estilo lapidario, posteriormente
don Manuel González Prada se acercó a los obreros y artesanos para predicar su
credo anarquista, romántico, escribió insistentemente contra los abusos de los
gamonales y a favor de los indígenas”[8]. Quizá
por estos considerandos, años más tarde de su fundación el aprismo defendió el
legado revolucionario de González Prada, en efecto para las nuevas generaciones el nombre del
precursor se inmortalizó en las universidades populares que defendió Haya de
En consecuencia el nacionalismo radical defendido
por Víctor Raúl Haya de
viernes, 26 de julio de 2013
Dictaduras Latinoamericanas en el siglo XX
Dictaduras Latinoamericanas en el siglo XX
En América Latina, Las dictaduras militares precisamente, complementan una particularidad difícil de explicar, puesto que podrían entenderse como la consecuencia de un derrotero común en la formación ideológica, que nos infunde una especie de vocación hacia las dictaduras. Por lo mismo, tal vez es probable hablar de dictaduras militares unificadas en una sola descripción que se adapta a todas las experiencias.
Para nuestros propósitos esta convergencia de poder político y económico establece marcadas jerarquías sociales, que definirán un modo de entender la sociedad latinoamericana. De manera que en algunas regiones la explotación de los sectores sociales bajos, mediante el sistema de inquilinato (agrícola) o el esclavismo (cafetalero) favorecieron a la construcción de una idea de poder político-económico centralizado, hegemónico, paternalista, alrededor del cual se ampara la población, en una relación de supervivencia, que comprendía además la fidelidad y sumisión, trascendiendo de lo material, hacia lo ideológico. Bajo el orden conservador, el objetivo y resultado principal de la dominación oligárquica era reproducir la fuerza de trabajo rural y permitir su explotación. A partir de los últimos decenios del siglo XIX; el campesinado, además, comenzó a proporcionar al sector terrateniente otro tipo de recursos como: los votos. El control de los sectores campesinos más subordinados convertiría gradualmente al terrateniente en el único sector de las clases dominantes que, además de estar económicamente relacionado a un sector social subordinado, podía utilizarlo, en forma estable, como masa de maniobra en las contiendas electorales. Esta circunstancia iba a tornarse particularmente importante a partir de 1920 con el proceso de progresiva apertura democrática[1].
Es importante destacar que en este periodo los terratenientes explotaron, económicamente, el modelo monoproductor. La aguda dependencia de la exportación de monocultivos tales como el café y el azúcar en Centro América, el salitre y el estaño en América del Sur, hacia una Europa en expansión, generó posteriormente la crisis económica durante la primera guerra mundial, cuando este viejo continente redujo considerablemente el nivel de importaciones arrastrando consigo el derrumbe del modelo monoexportador, el empobrecimiento de los países latinoamericanos y su consiguiente retraso tecnológico, cuya superación y modernización será la carta fundamental a la que apostarán años más tarde, las dictaduras militares.
Ahora bien, las diferencias sociales y la pauperización del trabajador exaltaron en la lucha de clases, la adopción de ideologías marxistas y posteriormente la lucha armada (revolución cubana, movimientos guerrilleros en Perú, Bolivia y Venezuela) del trabajador convertido en obrero, contra una oligarquía convertida en Burguesía. La incorporación de las doctrinas socialistas a Latino América, acarrea a las décadas venideras, demandas sociales, manifestaciones masivas y la aparición del populismo, aquí se presenta a algunos regímenes militares en países de Latinoamérica, caso de Bolivia, con la dictadura del general Hugo Banzer, entre 1971 y 1978. En Paraguay el general Alfredo Stroessner, quien gobernó ese país durante treinta y cinco años, desde 1954 hasta 1989. En Chile fue el General Augusto Pinochet que gobernó desde 1973 a 1990. En caso de Perú durante el siglo xx hubo varios gobiernos dictatoriales Sanchéz Cerro que derrocó a Leguía, Oscar R. Benavides, Odría, luego el General Juan Velasco Alvarado, desde 1968 a 1975, denominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, luego gobernado por Francisco Morales Bermúdez. En Argentina fue el General Jorge Rafael Videla de 1976 a 1983. Otro dictador militar que se mantuvo por mucho tiempo fue Anastasio Somoza García, quien gobernó Nicaragua entre 1936 y 1956 y estableció una dinastía familiar que gobernó el país hasta 1979. También en Colombia entre 1953 y 1957 el general Gustavo Rojas Pinilla.
Desde esta perspectiva, a partir de los años 50 de la centuria pasada, combatir la expansión del Marxismo-Leninismo en América Latina se convirtió, en uno de los principales móviles de las intervenciones militares. Así quedaban las puertas abiertas para las Fuerzas Armadas en la represión de los movimientos insurgentes y de los partidos de tendencia izquierdista en general, que serán precisamente, su principal blanco de exterminio. El modelo cubano y la posibilidad del avance comunista eran contemplados con preocupación por los sectores conservadores que ante el temor a la revolución, aprobaban la represión militar.
De tales definiciones desprendemos que con la inserción de la izquierda en Latinoamérica, países como Perú, llegaron a polarizarse hasta el punto de dividirse en grupos antagónicos: al parecer que el resultado final de este conflicto fue la integración del conjunto de la clase propietaria alrededor del ejército, en su lucha contra las fuerzas populares organizadas por el Apra y el PC. De manera que este enfrentamiento quizá sentó los fundamentos de un conflicto que tomó simultáneamente, un carácter clasista e institucional -Apra y ejército- que definió la lucha política de las próximas décadas. En consecuencia, a partir de entonces la lucha de las clases básicas de la sociedad se expresó mediante el conflicto que contraponía el ejército al Apra, cada uno de ellos asociando en bloque a distintas clases; así el país pasó a dividirse en dos partidos: el aprista y el antiaprista, comandado este último por el ejército[2].
Las dictaduras se comprenden entonces, como la forma de enfrentar el desarrollo de los movimientos izquierdistas que irrumpen en los años 30, con el componente antagónico de la posterior guerra fría y la consolidación de Estados Unidos como potencia internacional tras la segunda guerra mundial. Lo anterior no solo es una anécdota sino un antecedente de importancia al examinar los golpes de estado militares avalados por el imperialismo norteamericano. Lo habitual era que los militares buscaran el consentimiento de la embajada norteamericana antes de dar el golpe de estado, de esta forma obtener una mayor legitimidad y reconocimiento internacional. Esto sin contar con los quiebres del orden institucional que fueron directamente impulsados desde Washington. Estados Unidos reforzó la posición de los militares golpistas invirtiendo millones de dólares en los ejércitos latinoamericanos, especialmente con préstamos que permitieron renovar el viejo armamento disponible. Una excepción a esta situación la protagoniza Perú y el levantamiento militar de 1968. Las determinaciones del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, lejos de contar con el apoyo Norteamericano, significó tensiones gubernamentales que fueron solucionadas posteriormente por la vía diplomática. El siguiente párrafo se refiere precisamente a la expropiación y toma, por parte de la milicia peruana, del complejo petrolero administrado por Estados Unidos. Al contrario de lo que se esperaba, el gobierno norteamericano respondió cautelosamente. Si bien la Standard Oil exigió el cumplimiento inmediato de la Enmienda Hickenlooper, que dictamina el corte de la cuota azucarera norteamericana a un país que no cancele de manera inmediata el valor de una empresa expropiada, las restantes compañías norteamericanas residentes en Perú presionaron ante su gobierno para que ese conflicto se encarrilara por los canales diplomáticos. Asimismo, parece que en el interior del Departamento de Estado, la experiencia cubana llevó a considerar el problema sin precipitación. Había que impedir que por las presiones norteamericanas el gobierno peruano se cubanizara. (...) La decisión de los militares peruanos de actuar de esta manera no respondía por lo tanto a un oportunismo político sino a la convicción de que era necesario correr el riesgo, tal vez desmesurado, a partir del cual podían estar seguros de poder realizar la denominada segunda independencia de Perú.
Del análisis anterior precisamos que la reacción norteamericana siguió siendo de extrema cautela. Estados Unidos buscó la manera de resolver las diferencias por la vía diplomática y de alejar la posibilidad de llegar a una situación de no retorno[3]. Ahora bien, si las dictaduras llegaron a concretarse, no es tan solo por el apoyo norteamericano, es porque encontraron un espacio apropiado en la sociedad latinoamericana, heredera de algo más que diferencias sociales de la etapa oligárquica. Una sociedad jerarquizada, que asume y acepta el paternalismo benefactor de la clase gubernamental. Una sociedad que hereda también el desprecio hacia el indígena, que si bien se mantuvo siempre en lucha constante por el acceso a la tierra, frente a la autoridad gubernamental usurpadora, fueron las dictaduras quienes reprimieron más fuertemente las comunidades existentes. En Chile, la represión militar más severa a las comunidades indígenas comenzó meses antes del golpe de estado de 1973. Esta operación militar que se dio en la zona de la costa, todavía en democracia, dos semanas antes del golpe del 11 de septiembre, era parte de una serie de allanamientos hechos por las Fuerzas Armadas bajo la justificación de la ley de control de armas[4].
La imagen del dictador aunque la presencia militar es constante en toda la historia de la Latinoamérica independiente, es en las décadas de los 60 y los 70 que los golpes militares se hicieron algo corriente. Un general, o coronel, con apoyo de sus compañeros se lanzaba a la conquista del poder. O bien, una corporación militar en pleno, intervenía en la vida política. Sin embargo, y a pesar de resaltar que las intervenciones han sido generalmente corporativas, en el imaginario Latinoamericano ha perdurado indeleble la figura del Dictador.
Cebe precisar que la represión militar en Latinoamérica entre las décadas 60 – 80 del siglo XX, existieron cooperaciones entre los dictadores sudamericanos para establecer una organización represiva internacional denominada “Operación Cóndor”, que ejecutó un plan sistemático y minuciosamente organizado para lograr la vigilancia, detención y tortura de los opositores al régimen, más allá de las fronteras.
lunes, 22 de julio de 2013
La Perspectiva del Liderazgo Político
La
perspectiva del liderazgo político
Desde la perspectiva de Verba, el liderazgo político ha sido durante largo tiempo una inquietud y preocupación central del análisis político, de modo que frecuentando por identificar a los jefes y describir sus características[1]. Como hemos visto hasta ahora, aunque no es un fenómeno nuevo ni en su existencia, ni en su investigación, ha sido con la irrupción de la sociedad de masas, la aparición de los partidos y la lucha por el poder cuando se ha configurado con los perfiles que hoy lo conocemos, iniciándose un estudio más sistemático del mismo[2].
De acuerdo a la visión de Blondel (1987), si reducimos la política a su esencia, a lo que es más perceptible para la mayoría de los ciudadanos, ésta se ajusta hoy a los líderes políticos nacionales que quedan en la memoria colectiva cuando todo lo demás ha desaparecido. De tales definiciones se desprende en efecto, de que los líderes y el fenómeno al que dan lugar, establecen el elemento más reconocido y universal y, del que más se habla en la vida política de todos los países[3]. Del análisis anterior señalamos desde el enfoque de Elorriaga (1976) que el liderazgo significa reconocer la importancia que los hombres tienen para el desarrollo político de los pueblos, sin olvidar el papel que desempeñan también las instituciones y los procedimientos[4].En consecuencia, el liderazgo político es un tema de estudio muy atrayente y, al mismo tiempo, como ya hemos mencionado anteriormente, difícilmente desarrollable y adaptable a un único esquema de análisis académico-científico. En tal sentido, pareciera que las dificultades comienzan con la propia definición del fenómeno. Puesto que son muchos los investigadores que se han esforzado por aportar una medida sobradamente precisa como para demarcar el mayor número de manifestaciones especificas del liderazgo político. A juzgar por la continuidad de los intentos, podemos concluir que quizás ninguno de ellos ha logrado su objetivo de manera incuestionable o definitiva.
En lo referente a la finalidad y teniendo en cuenta las dificultades de definición, nos parece esencialmente valiosa la síntesis que sobre el término liderazgo político ha desarrollado Natera Peral. En virtud de distinguir el tratamiento de las imágenes clásicas del liderazgo y las modernas aportaciones a la cuestión.
Los defensores de esta postura sostienen que, hasta que no se institucionalizó la ciencia política a principios del siglo XX en los Estados Unidos de Norteamérica y posteriormente en Europa, la historia del pensamiento político brindó variadas y ricas aproximaciones a la cuestión del liderazgo. Tal como hemos anteriormente, Platón con la descripción de la figura del filósofo-rey, Maquiavelo a través de los perfiles trazados para un Príncipe capaz de adquirir y consolidarse en el poder y Hobbes con su poderoso Leviatán, fueron tres referentes de los más significativos de esta contribución. El debate nos permite mencionar otro gran referente clásico en el estudio del liderazgo lo constituyó la discusión en torno al rol que juegan los líderes políticos en el desarrollo concreto de los acontecimientos históricos. En cuanto en dicho extremo, frente a los enfoques defendidas por la denominada “Teoría del gran hombre”, encontramos la concepción del líder entendido como marioneta.
Al parecer desde los años 1970 hasta la actualidad no han cesado de publicarse nuevas estudios referido al concepto de liderazgo político desde diversas perspectivas. Todas ellas han beneficiado el campo de la investigación pero, al mismo tiempo, han generado aún más confusión porque es muy difícil realizar una sistematización con tantos estudios definitorios que los académicos han formulado sobre el tema. En tal sentido en este apartado hemos incluido algunas de las más significativas contribuciones y, al tiempo, más adecuadas para caracterizar a nuestro objeto sobre líderes políticos. Así, para Katz (1990), el liderazgo es el proceso por el que un individuo ejerce consistentemente más influencia que otros en la ejecución de las funciones del grupo[5]. De acuerda a esta visión resaltaremos que el liderazgo es una actividad vinculada a determinados actores que radica en facilitar una visión y, al mismo tiempo, en buscar y movilizar apoyos políticos para llevarla a la práctica. Nanus (1995), del análisis anterior ha manifestado que el liderazgo consiste en la capacidad de definir, articular e institucionalizar nuevos valores y ofrecer nuevas visiones de escenarios futuros en la organización política, utilizando una gran diversidad de materiales transformadores de su entorno, esto es, desarrollando en ella las capacidades suficientes para convertir la visión en realidad[6].
Adicionalmente reiteramos, que es cuasi imposible formular una única definición del liderazgo político. Sin embargo, como ya argumentamos para el liderazgo en sentido genérico, se pueden identificar una serie de notas comunes a muchas enunciaciones de liderazgo político que se han ido ofreciendo.
· En primer lugar, en todo liderazgo político son identificables unas habilidades para el mismo, siempre difíciles de fijar.
En primera cuestión Blondel distingue dos dimensiones del liderazgo en función del impacto que ocasionan los líderes en el sistema político, según el detalle:
· Por la extensión o alcance del liderazgo.
· El grande
Mientras en el segundo grupo incluiríamos a líderes cuyo impacto se produce sobre una o varias políticas concretas. Finalmente en el último grupo, en el liderazgo de alcance especializado, la presencia se reduce a un período o circunstancia muy concreta, sin llegar a desempeñar un papel sobre la totalidad del sistema político.
Desde esta perspectiva en lo concerniente a la profundidad de los cambios promovidos por el líder, es factible distinguir otros tres tipos. Cuando el cambio producido sea capaz, tan sólo, de producir algunos cambios no especialmente determinantes que se juzguen trascendentales, estaremos ante un liderazgo moderado. Por último, si se considera que los cambios no han conseguido modificar en exceso la situación precedente, estaremos ante un liderazgo mínimo.
Por lo tanto la combinación de los seis criterios propuestos ofrece una tipología de nueve modelos distintos en la que con más o menos fidelidad pueden ser incluidos líderes pasados y presentes.