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domingo, 4 de abril de 2021

EL CONCEPTO DE PODER

 El concepto de poder

El concepto de poder es tan antiquísima como el mismísimo hombre; en ese sentido, el poder simboliza un bien preciado que muchos buscan conseguir de diversas formas, y una forma de esas, es a través de la vía política. Por consiguiente, el poder ha sido estudiado con mayor amplitud por Bobbio (1993), pues según él el poder es:

“la capacidad de obrar, de producir efectos; y puede ser referida ya sea a individuos o seres humanos como a objetos o fenómenos de la naturaleza (...) Entendido en sentido específicamente social (...) se precisa y se convierte, en la genérica capacidad de obrar, en capacidad del hombre de determinar la conducta del hombre: poder del hombre sobre el hombre. El hombre no es sólo el sujeto sino también el objeto del poder social”[1].

Entonces, desde el enfoque de Bobbio el poder en la sociedad puede estar considerado de forma desigual, ya que “mientras unos lo poseen, otros son en quienes recae; en tal sentido, es en la política, donde el poder obtiene su máxima expresión. En cuanto no es factible estudiar el poder, como fenómeno social, separado de la cuestión política”.

En ese orden de ideas, Giddens (1997) es quien hizo bastante estudios al respecto, de manera que, según este, “las relaciones entre Estado, y poder, se ven caracterizadas por el hecho de que el primero, para su buen funcionamiento como Gobierno” (y, por consiguiente, constituyente del bienestar social), tiene que actuar en paralelo con la sociedad, "El Estado y la sociedad deberán actuar asociados, no solo para tener control, sino que también para cada uno para ayudarse mutuamente. El tema de la comunidad es fundamental para la nueva política, pero no solo como lema abstracto[2]", solo de esta forma se conseguirá que el Estado no tenga un poder autoritario y monopolizador.

Otro autor que aborda el tema es Foucault (1990), desarrolla el problema del poder y la dominación, asevera “que estos siempre han de ir de la mano, inclusive, señala que el intelectual es perseguido debido al saber que posee; según el autor, es, un "peligro político". Lo cual nos conduce a una reflexión fabulosa respecto de los movimientos de izquierda desarrollados en la Segunda Guerra Mundial, “en los cuales muchos intelectuales fueron perseguidos de forma enérgica y extrema, encarcelados o ejecutados”. Para tal fin, desde la perspectiva de Bobbio, que “al verse inmerso en una injusta subordinación ante un poder exagerado e indigno, se incorporó en las filas de movimientos que iban en contra del sistema para mostrar su inconformidad”.

Mientras, según el enfoque Foucault, el poder predomina porque según él, “(...) no pesa solamente como fuerza que dice que no, sino que de hecho circula, produce cosas, induce al placer, forma saber, produce discursos; es preciso considerarlo más como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social que como una instancia negativa que tiene como función reprimir”[3].

No obstante, tanto la sociedad y el poder se complementan y por ende sirven de guía para sostener una postura general dentro de la descripción de las relaciones humanas. En virtud del cual, “los sistemas de representación tienen el poder otorgado por la sociedad civil para reprimirla si ésta comete alguna sanción, que ella misma condena; y es gracias a ella, que la política se deja entrever como medio para alcanzar la formación de la parte representativa”. Entonces surge la interrogante ¿la política será un medio para la obtención del poder o el fin mismo perseguido por la sociedad civil?

Para responder a esta pregunta analicemos la postura de Weber (1979) respecto de la política y que según él es “(…) una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”[4].

En consecuencia, los autores presumen “que el uso del poder dentro de la política se deberá de considerar más como un medio que como un fin, donde la obtención de la subordinación de los otros, se dará sin necesidad del uso de la fuerza, sino mediante la persuasión”.



[1] Bobbio, N. (1993). Diccionario de Ciencias Políticas México D F.: FCE p. 1217

[2] Giddens, A. (1997). La tercera Vía, Madrid, Taurus, p, 96.

[3] Foucault M. (1990). Estrategias de Poder, Barcelona, Paidós, p, 48.

[4] Weber, M. (1979). El Político y el Científico, México, D F . Colofón, p, 178.

En las elecciones que motivan a las personas a ser candidatos

En las elecciones que motivan a las personas a ser candidatos


La naturaleza de acción del ser humano es compleja, por consiguiente cuando nos referimos a las candidaturas a algún cargo electivo siempre existe y existirán personas dispuestas a ser candidatas.
Ahora bien, de estas candidaturas muchos de ellos son creíbles, sensatos, con buenas opciones. Sin embargo otras parecen un suicidio político –los denominados cadáveres políticos-. Naturalmente estas personas en algún momento perciben que hay mucho para hacer, y por lo tanto ejercer ese cargo de gobierno puede permitir una amplia gama de posibilidades. Mientras en otras ocasiones es como apuntarse con un revolver en la sien con la certeza de que va volar los sesos.

De manera que en cualquier circunstancia, siempre hay alguien dispuesto a correr el riesgo.
¿Sabe por qué?
¿Se imagina por qué siempre existen voluntarios para una candidatura?
¿Por qué cree que nunca faltan candidatos en las elecciones?
De tales interrogantes desprendemos que las motivaciones humanas son complejas y por lo tanto no pueden sintetizar someramente. Es importante destacar que en cada decisión hay un conjunto de elementos que interactúan entre sí. Que por un lado se potencian y por el otro se contradicen. En efecto surge un conjunto de elementos que también forman parte de la decisión de lanzar una candidatura.
Entonces, consecuentes con este principio sostenemos que por lo menos existe tres tipos de motivaciones que llevan a una persona a ser candidatos a algún puesto electivo:

  1. Motivaciones inconscientes: esta se basa en el principio de que es común que los motivos y las metas estén entrelazados. Por ello, puede ser difícil para cualquiera –sea el propio interesado o un observador diestro que conoce la vida de la persona- identificar, comprender y explicar correctamente el motivo o los motivos que hay tras un acto. Por estos considerandos es que estas motivaciones son desconocidas hasta para el propio candidato. Generalmente gira en torno a los deseos de poder, jerarquía, dominio, etcétera y provienen de las zonas más primarias del cerebro del hombre.
  1. Motivaciones políticas propiamente dichas: estas son las que generalmente se expresan el deseo de una persona abiertamente en entrevistas públicas y tienen que ver con su partido político, ideario y su visión de los problemas más importantes que hay que resolver de su región o país, así como de la forma de resolverlos.
  1. Motivaciones conscientes: existe una teoría que consiste en adaptar a un programa para la educación y entrenamiento mental dirigido y orientado hacia el bienestar integral y la productividad personal. Por tanto para nuestros propósitos veremos que van más allá de la política, que pueden ser pensadas por la persona, a veces habladas con su círculo familiar o amistoso, a veces fantaseadas por ende por lo general no llegan al plano público.

Tal como hemos señalado líneas arriba, que los tres tipos de motivaciones se correlacionan, se complementan y en ocasiones chocan entre sí, como en todas las actividades del hombre. Sin embargo, quizás sea un buen ejercicio, para el ciudadano común que no aspira a ningún cargo público, prestar atención a los aspirantes. Examinar sus motivaciones políticas tal vez. Pero lo que está claro es tratar de entrever algo de las otras motivaciones.

Aquí el detalle es quién dice la verdad o todos mienten. En cuanto a dicho extremo, según los especialistas existen maneras de detectar quién miente. Recuerde sin embargo el cuerpo no miente. Entonces la verdad suele estar en los gestos, en las miradas, en el tono de voz, en la historia de vida. En efecto los electores deben dirigir la atención hacia ese lado.

Al reflexionar sobre el tema, los futuros candidatos a cargos públicos deberían tomar como un buen ejercicio, observarse a sí mismo con más detenimiento. Profundizar en sus motivaciones políticas, por supuesto. Pero también tratar de ver más adentro de sí mismo. Hacer un esfuerzo para entrever sus propias motivaciones, esas que medianamente sabe y no dice pero también aquellas apenas insinuadas ante sí mismo.
¿Qué se puede recomendar  hacerlo?
Para saber si eso es realmente lo que desea hacer.
Tal vez sirva para evitar caer en la trampa del narcisismo y del “yo todo lo puedo”. Del mismo modo para evaluar con realismo tanto la situación socio-política como la realidad interior. Finalmente para desempeñar mejor su cargo si en un hipotético caso resulta electo.

En consecuencia ni los candidatos ni ciudadanos deberían quedarse en la superficie. Sería más productivo profundizar más en el complejo entramado de motivaciones que lleva a alguien a una candidatura. Aún es tiempo para alejarse del abismo.

Tipología del liderazgo según Blondel

 Tipología del liderazgo según Blondel

 

INTENSIDAD DEL CAMBIO

Alcance del impacto

Cambio mínimo

Cambio moderado

Cambio profundo

Grande

Salvador

Paternalista, populista

Ideólogo

Moderado

Confortados

Redefinidor

Reformista

Pequeño o especializado

Gestor

Reajustador

Innovador


Fuente: Tabla incluido en Blondel[1]

Para desarrollar del tema propuesta por Sabucedo (1996), observamos que ha recuperado y expuesto con claridad una clasificación que no es exclusiva del liderazgo político, pero que le resulta igualmente aplicable. Siguiendo en su exposición a Hermann, distingue tres imágenes de líderes: Flautista de Hamelin.

·         Vendedor

·         Marioneta

·         Apagafuegos.

En este caso, para formular la clasificación se tienen en cuenta variables tales como: las características personales del líder, la relación de mayor o menor identificación con los seguidores y los intercambios que se producen entre ambos; el nivel de presión que los citados seguidores ejercen sobre el líder y las condiciones del medio. Como vemos, todas ellas, directamente relacionadas con las que denominamos enfoques más habituales en el estudio del liderazgo[2].

Otro instrumento que sirve para cubrir las lagunas o, simplemente, dificultades en el proceso de definir el liderazgo político al que nos venimos refiriendo es la descripción de las funciones que cumplen quienes son considerados líderes políticos. Hasta hoy, una disciplina como la Ciencia Política ha prestado mucha más atención a las funciones desempeñadas por los actores colectivos del sistema político (partidos, sindicatos, grupos de presión, etc.), que a las que cumplen los líderes políticos individualmente considerados, algo que no ocurre en otras disciplinas como la Historia o la Psicología. Todo indica, no obstante, que el concurso de los dos tipos de actores resulta imprescindible para comprender el funcionamiento del sistema político globalmente considerado.

Elementos

Características

Identificación líder-seguidor (Intercambio)

Influencia seguidor-líder (dirección)

Contingencia

Tipos

Flautista de Hamelín

Vendedor

Marioneta

Apagafuegos


La política y, por tanto, el liderazgo político, se desarrolla en un contexto determinado. Las instituciones políticas existentes, las normas de su funcionamiento, las circunstancias históricas son estructuras de oportunidad para el líder. Límites y amenazas o restricciones, en proporción casi idéntica, delimitan la estructura del liderazgo. Existen algunos factores del contexto que determinan incluso el tipo de liderazgo que se ejercita, como son, por ejemplo: “la existencia de normas que formalizan la toma de decisiones, el grado de responsabilidad con los electores, la fuerza y tipo de oposición, la naturaleza de las creencias sociales compartidas, los recursos disponibles del líder y las características de la época en que tiene lugar ese liderazgo” (Sabucedo, 1996, p. 67).

En consecuencia, de tales definiciones desprendemos que todos los líderes políticos, sin excepción, realizan y viven la actividad política en un determinado tiempo histórico. Adicionalmente señalamos que su rendimiento está influido por los condicionantes que establece el contexto histórico que le toca vivir, creando ocasiones para la oportunidad o espacios para el fracaso. Además, un mismo líder, en un contexto diferente al que le sirvió de escenario político, podría haber actuado de forma diferente, obtenido más o menos fracasos con sus decisiones y prolongado en mayor o menor medida su condición de líder.



[1] Blondel, J. (1987). op. cit., p. 97.

[2] Sabucedo Cameselle, J. M. (1996). Psicología política. Madrid: Síntesis, pp. 60-62.

lunes, 19 de agosto de 2013

El Liderazgo Político

1.      El Liderazgo

Antes de definir que es, o que debería ser el liderazgo, debemos tener clara la diferencia entre líder y liderazgo, puesto que cuando se habla de líder, se está hablando de personas especificas dentro de una organización, mientras que el liderazgo nos habla de la función, del trabajo del líder.

El término liderazgo ha sido ampliamente discutido desde diversas perspectivas tales como sociológicas, políticas, económicas entre otras. Por tales considerandos, se debe mencionar que no existe un significado único de liderazgo, en su defecto puede ser definida en relación con la diversidad de objetivos y propósitos de una organización o grupo. Sin embargo, en los últimos años han tendido a predominar nociones provenientes del mundo de la administración de negocios, al parecer preocupadas en lo esencial por la eficacia del liderazgo, según Heifetz (1997) liderazgo es la capacidad de proporcionar las funciones directivas asociadas con las posiciones de nivel superior[1]. Otra óptica al respecto es de Morín (1983) es el conjunto de las actividades, y sobre todo de las comunicaciones interpersonales, por las que un superior en jerarquía influye en el comportamiento de sus subalternos, en el sentido de una realización voluntariamente eficaz de los objetivos de la organización y del grupo[2]. Chiavenato (2003), el liderazgo es la influencia interpersonal ejercida en una situación, dirigida a través del proceso de comunicación humana a la consecución de uno o diversos objetivos específicos[3].

En consecuencia podemos sostener que el liderazgo es un conjunto de hábitos positivos y cualidades que motivan y permiten a una persona conducir a un grupo de individuos al logro de fines superiores por caminos donde existen obstáculos, pero aferrados por principios y valores de alto contenido moral.

2.      El Liderazgo Político

Desde la perspectiva clásica se asume que el liderazgo no es bueno ni malo en sí mismo, sino que es un medio cuya bondad o maldad está dada por sus objetivos, se tiene también que asumir que el fin del liderazgo político es la cuestión crucial para determinar si favorece o no la comunidad o el grupo al que el líder pertenece.

Ahora bien, según Vega (1989) es la relación que se establece dentro de una coyuntura concreta y dinámica, entre una personalidad y una situación de grupo en el cual el objetivo central es la conquista y el control del Estado o de los instrumentos para influirlo, por parte de ese grupo[4]Pues bien, durante muchos años, los líderes políticos recibían no un mandato sino que una delegación de poder, actuando con amplios niveles de autonomía. En la actualidad, los ciudadanos no desean líderes políticos autoreferenciales, sino activos representantes de sus intereses y necesidades.

Por consiguiente, al ejercicio del liderazgo político se le imponen nuevos límites, básicamente asociados a la idea de que el mandato que reciben no les exonera de rendir cuentas a sus concuidadanos e, incluso, en caso de que esa rendición de cuentas no satisfaga a los mismos, ser removidos de sus cargos. Si bien esto en las democracias contemporáneas es todavía una idea joven y una práctica incipiente, no existe duda que las tendencias marcan la ruta hacia ese escenario, como condición que haga viable la existencia de esas democracias en el tiempo.

Así, los líderes políticos dentro de unos decenios más estarán determinados por una doble condición: por un lado, los límites que la sociedad le imponga como resultado del desarrollo de sus instituciones y de las capacidades autónomas de los ciudadanos para controlar sus acciones; y, por el otro, los referentes éticos que -de manera inherente- desarrollen como resultado de su evolución personal en la práctica de vivir en democracia.

3.      Relación entre Autoridad y Poder

Esta relación es fundamental para la comprensión del liderazgo político. Muchas veces el liderazgo ha sido visto como una consecuencia de la autoridad, en tanto se entiende que el líder es aquel que detenta la autoridad en el grupo, organización o comunidad de que se trate. En nuestra visión, el liderazgo está dado no sólo por la autoridad conferida sino por el poder efectivo que el líder pueda ejercer. En este sentido el poder es una condición inmanente al liderazgo, quedando al carácter o integridad del líder y a las normas del grupo y organización, el que ese poder sea usado para los objetivos establecidos.

Esta idea es central cuando se habla de liderazgo político en democracia, dado que el poder en la democracia debe ser encauzado institucionalmente, preferiblemente a través de una autoridad legítima, de modo que el líder responda a los intereses de la sociedad y esté sujeto a límites precisos. La existencia de instituciones tiene una doble condición: permite que el líder político pueda gobernar, es decir, -favorece la eficacia del liderazgo-  al otorgarle legitimidad en el uso del poder y la autoridad; pero también permite, en caso de que ese líder no represente de manera efectiva los intereses de la sociedad, contar con mecanismos que permiten su relevo por vías pacíficas y también legítimas.

4.      La carisma política y su influencia en la generación del liderazgo

Friedman (1981) y Kaplan (1991) (citados por Goleman, 2001)[5], refieren que es notoria la importancia de las habilidades sociales, como sistema que ponen en funcionamiento las personas expertas en el arte de influir en los demás, gracias a ciertas habilidades que facilita y moviliza adecuadamente las emociones; es decir, necesita de varias competencias socioemocionales y cognitivo-emocionales, de las cuales podemos destacar las siguientes apreciaciones:

a.       La capacidad de influencia social, dicho de otro modo, las personas empáticas y con carisma política, poseen herramientas eficaces de persuasión, captando la atención de grupos y personas en base a estrategias para recabar el consenso, el interés y el apoyo de los demás, siendo creativos para propiciar acciones a fin de exponer y sustentar sus opiniones.
b.      El nivel experto en la comunicación, por su aptitud sobresaliente en escuchar abiertamente y mandar mensajes convincentes a los demás. Saber dar y recibir mensajes, captar señales emocionales oportunamente con personas y grupos; ello les permite abordar las situaciones difíciles, buscar la comprensión mutua, compartiendo la comunicación y alentando la comunicación abierta y sincera. Estas personas con carisma otorgan importancia al estado de ánimo creado para establecer una solución adecuada con los demás, manteniendo la calma.
c.       El manejo de los conflictos, por su capacidad en la negociación y la resolución de desacuerdos. Las personas carismáticas aprenden a manejar a las personas difíciles y las situaciones tensas con diplomacia y tacto. Al reconocer los conflictos, sacan a la luz los desacuerdos entre personas y grupos, fomentando la reducción de la tensión, alentando el debate y la discusión abierta. Estas personas buscan el modo de llegar a soluciones satisfactorias. Su adecuada percepción del ambiente y de las tendencias políticas, les permite aportar soluciones, interpretar señales resolviendo de manera creativas los conflictos.
d.      La capacidad de ser catalizadores del cambio, en cuanto a ser expertos en iniciar o controlar el cambio. Los líderes con amplia conciencia de la experiencia y realidad política, muestran un perfil adaptativo y flexible, siendo capaces de reconocer la necesidad de cambiar y eliminar barreras, desafiando el status quo y facilitan que todos reconozcan la necesidad del cambio, tan importante hoy en día en las organizaciones empresariales y políticas; por ello promueven el cambio, consiguiendo que otros hagan lo mismo, modelan el cambio de los demás.
e.       La capacidad de liderazgo, en virtud de saber inspirar y guiar a los individuos y grupos. Las personas con amplia y eficaz conciencia política, articulan y estimulan el entusiasmo por las perspectivas, visiones y los objetivos compartidos. El líder cuando resulta necesario, sabe tomar decisiones independientemente de su posición personal. Su adecuado enfoque político le permite guiar el desempeño de los demás y principalmente liderar con el ejemplo, siendo modelo de eficacia y confianza, infundiendo energía positiva. los líderes demuestran un perfil de capacidades asociado al carisma político: motivación de logro, confianza en sí mismo, compromiso, influencia, pensamiento estratégico, fluidez creativa, entre otras[6].
Por lo tanto en la nueva época que estamos viviendo, se marca la falta de liderazgo político, por eso es importante pensar en un relevo generacional, es decir, que nuevos líderes tomen las riendas de los partidos políticos, pero con nuevas ideas, nuevos conceptos; nuevas formas de hacer política, que nos ayude a conseguir el bienestar de la población. Si logramos alcanzar éstas metas, estaremos construyendo un nuevo liderazgo político.



[1]   Heifetz, Ronald. (1997)  Liderazgo sin respuestas fáciles. Paidós, España, pp. 45-56.
[2] Morin, Gaetan (Ed): Los aspectos humanos de la organización, ICAP, San José, 1983. Pág. 241.
[3] Chiavenato, Idalberto. (2003). Introducción a la teoría general de la administración. México: Editorial Mc Graw Hill.
[4] Vega, José Luis. (1989) Liderazgo político, en Diccionario Electoral, IIDH/CAPEL, primera edición, San José, p. 466.
[5] Goleman, Drucker. (2001). La práctica de la Inteligencia Emocional. Buenos Aires: Kairós.

domingo, 18 de agosto de 2013

Ícono a seguir Grau, Bolognesi y Alfonso Ugarte: los héroes que no debemos olvidar nunca (...)

Grau, Bolognesi y Alfonso Ugarte: los héroes que no debemos olvidar nunca[1].

Gesta. Historiadores Ernesto Yepes, Manuel Burga y José de la Puente recuerdan el valor histórico de los tres grandes héroes de la guerra contra Chile. Esto en vísperas de que la Corte de La Haya emita su fallo sobre el diferendo marítimo con el país del sur.
Más de 130 años han pasado de sus gestas, pero sus espíritus no se desvanecen en las aguas de Angamos ni en el polvo de Arica. El almirante Miguel Grau y los  coroneles Francisco Bolognesi y Alfonso Ugarte siguen siendo héroes máximos de nuestra historia. Los tres sabían que enfrentaban una guerra que los llevaría, indefectiblemente, a la muerte.  
 Ninguno escapó del deber que le encargó la patria. Grau, a bordo del Huáscar en el Combate de Angamos, el 8 de octubre de 1879; Bolognesi y Ugarte, el 7 de junio de 1880 en el Morro de Arica, frente a un ejército chileno inmensamente mayor y mejor preparado. A semanas de que la Corte de La Haya cierre el diferendo marítimo con Chile, buscamos a tres historiadores para que nos hablen del valor de cada uno de ellos y de su importancia histórica en la vida de nuestro país.
 El historiador Ernesto Yepes recuerda que el caso de Miguel Grau  es el más dramático porque él era consciente de las limitaciones que la escuadra peruana tenía en ese momento. "Grau venía a Lima a pedir recursos y se encontraba con que no había presupuesto, había limitaciones", rememora.     
Sin embargo, a pesar de la falta de preparación, Grau se fue a enfrentar a la escuadra chilena. El 8 de octubre se encontró ante el Cochrane, Blanco Encalada, Loa y Covadonga. Y dio su última batalla.  "A pesar de que no estaba preparado para el combate, Grau salió y dio la vida. Esto nos hace reflexionar que hay tareas colectivas a las que no podemos renunciar. Sabía que su marinería no estaba lo suficientemente entrenada, pero enfrentó a los chilenos", apunta Yepes.
 El historiador Manuel Burga recuerda que si bien el Huáscar le permitió a Miguel Grau ganar combates importantes, entre ellos el de Iquique, donde cayó el chileno Arturo Prat, sabía de la superioridad del sur. "Grau murió en combate, como héroe que defendió la incursión de Chile por el mar. Es un ejemplo de valor en la defensa de la patria", sostiene.
No se debe olvidar tampoco que para la Guerra del Pacífico, nuestro país no estaba bien armado  porque los civilistas, con Manuel Pardo a la cabeza, no distinguieron bien las estrategias chilenas. Además que la clase alta peruana tenía vinculaciones con su par chilena y no percibía el enorme peligro de la potencia del sur.
Bolognesi y Ugarte
Nueve meses después de la gesta de Grau, en el Morro de Arica Francisco Bolognesi y el coronel Alfonso Ugarte tuvieron una acción igual de heroica.  A Bolognesi, el mayor chileno José de la Cruz Salvo le pidió rendirse, pero su respuesta está grabada en la historia y fue la de quedarse  "hasta quemar el último cartucho".
"Bolognesi hacía pedidos de ayuda a Arequipa. En ese sentido, ni la falta de comunicación lo alteró y siguió esperando hasta el último minuto. Sabía el papel que debía jugar. Pensó que su patria, que tenía tantos tropiezos, tenía que sentir que había un grupo que lucharía hasta quemar el último cartucho. Demostró que el compromiso colectivo mueve montañas", recuerda el historiador.
Alfonso Ugarte, joven de 33 años, afortunado empresario y de familia adinerada, fue quien, con su propio peculio, formó un batallón integrado por obreros y artesanos a pesar de que estaba a punto de viajar a Europa para casarse.  "Él tenía un gran futuro, pero se quedó para enfrentar la guerra a pesar de que sabía que estaba condenado a perecer porque en Arica los peruanos estaban rodeados y solos. Es lo importante de esa gesta, a pesar de las semanas de abandono no pusieron un pretexto para rendirse", acota Ernesto Yepes.
  Grau, Bolognesi y Alfonso Ugarte son un ejemplo de fidelidad al cumplimiento del deber, afirma el historiador José de la Puente Candamo. En la valoración de los tres, el estudioso afirma que demostraron la fidelidad a la Nación a través del coraje personal y de la capacidad profesional. "La falta de preparación para la guerra no bajó el nivel de coraje, sobre todo en los marinos, donde el  desnivel era mayor. "Grau luchó como si la victoria fuera posible, fue heroísmo limpio. Cumplieron", ratifica. 
Una oración por Miguel Grau
Al abordar la guerra contra Chile, el gran historiador Jorge Basadre rescató para la historia el discurso que dio el presidente José Luis Bustamante y Rivero al inaugurar el monumento a Miguel Grau en 1946. Basadre dijo que aquel discurso de Bustamante "fue una auténtica oración" y que es uno de los mejores elogios al héroe de Angamos.
 "Vuestra nave minúscula ha crecido, Almirante -dijo-, y hay un sutil poder de fuego que envidian los cañones en el silencio austero de sus cubiertas desmanteladas. No fue infructuoso vuestro sacrificio ni un vano gesto la inmolación de quienes, con vos, cayeron en la brega; vuestras sombras augustas presiden nuestros mares; y hay un altar para vuestro busto en cada nave de nuestra flota, y un rincón de emoción en cada pecho de nuestros marinos".


[1] Loayza Jorge. (2013, Agosto 18). La República. Lima.