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domingo, 28 de julio de 2013

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA FUNDACIÓN DEL APRA

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA FUNDACIÓN DEL APRA.


Al respecto de los antecedentes históricos del Apra, no existe una perspectiva uniforme de los investigadores, sin embargo consigno algunos puntos de vista, tal es el caso del historiador Basadre (1970) quién afirmó apoyándose en la entrevista al mismo fundador,  para dilucidar con mayor precisión arguyó que Haya de la Torre manifestó de estos acontecimientos para la formación del Apra, de modo que consideró la Reforma Universitaria que surgió en Córdova (Argentina) en 1918 y la Revolución Mexicana. En otra lógica fue de Klaiber (1968) quién planteó su hipótesis que los orígenes del Apra pueden averiguarse directamente en la creación de las universidades populares González Prada, fundadas por las mismas personas que posteriormente dirigirían al Apra en los comicios electorales de 1931, donde quedaron en segundo lugar. Es evidente que en opinión de Klaiber, que las raíces del Apra se encuentran en las universidades populares, finalmente enfatizó que los procesos en el cual se formaron estas universidades fueron bajo la influencia de los movimientos de reforma universitaria de Córdova en 1918. No obstante que,  Haya de la Torre en sus libros alegó cuatro antecedentes históricos para la formación de Apra: La Revolución Mexicana, la Reforma Universitaria de Córdova, las acciones realizadas por los Obreros Anarco-Sindicalistas, finalmente la vida y obra del ilustre pensador Manuel González Prada.


  1. LA REVOLUCIÓN MEXICANA.

Este acontecimiento se desarrolló en México desde los años de 1910, cuando Francisco Madero se enfrentó al dictador Porfirio Díaz –ya estuvo 30 años en el poder- para poner fin a la reelección  infinita con el sufragio efectivo, este suceso despertó interés en gran parte del continente, y también la lucha de Emiliano Zapata con el lema “la tierra para el que la trabaja” igualmente las hazañas del Bandolero Pancho Villa, quién desafió el poderío de los Estados Unidos de Norteamérica, todo estos hechos contribuyeron para que en 1917 el General Venustino Carranza promulgue la Constitución de Querétaro lo cual tenía un carácter agrarista y antiimperialista que fue protagonizado por el pueblo mexicano.
Al respecto Murillo afirma que:


La revolución mexicana es la primera revolución social, no socialista del siglo XX, es anterior a la revolución Rusa de 1917 que llevó al poder a Lenin e instauró el bolchivismo en el país de los zares[1].


El fundador del Apra al parecer prestó gran atención a estos procesos, ya que sus observaciones resaltaron conclusiones sustantivas en sus libros “El Antiimperialismo y el Apra” “Emancipación para América Latina” y “Treinta años del Aprismo”. Presentamos parte del fragmento de la obra de Haya de la Torre.

México a las puertas del más poderoso e imperialista país de la tierra, ha hecho que su realidad le ha permitido hacer (…) Y no hay que olvidar que México en la lucha revolucionaria, por su independencia económica, fue hasta donde pudo ir sola. Ningún país aislado en Indoamérica podría haber ido más lejos, esa es la lección que nos ofrece la revolución mexicana[2].


Aquí Haya de la Torre consideró que la revolución en mención fue de carácter agrarista y antiimperialista que careció inicialmente de toda una doctrina, además tuvo limitaciones  y errores, principalmente en su aislamiento, porque en el caso de México, demostró el inmenso poder del Imperialismo y al Feudalismo su aliado, quienes no pudieron ser afrontados sin la unidad de los pueblos americanos, así esta revolución demostró que fue necesario la unidad de los pueblos donde los sectores dominados, debieron estar representados. Asimismo en su libro “Treinta años del Aprismo” sostuvo que “La influencia  de la revolución agraria de México del cual el Apra recogió fue un acontecimiento continental sobresaliente y fue el precursor del Aprismo”[3].


En consecuencia la revolución mexicana contribuyó a reforzar los vínculos de solidaridad americana con miras a lograr la emancipación económica de estos pueblos, esta fue la lección recogida por Haya de la Torre al elaborar su programa y su ideología cuando precisamente se encontraba en México en calidad de exiliado político.


  1. LA REFORMA UNIVERSITARIA  DE CÓRDOVA.

Si la revolución mexicana fue una verdadera revolución social para nuestros países, también lo fue el movimiento de la reforma universitaria, iniciado por los estudiantes argentinos de la Universidad de Córdova liderado por Gabriel del Mazo, este movimiento surgió en los claustros de esta universidad más antigua y fue en el mes de Junio de 1918 se lanzó un histórico manifiesto de los estudiantes cordoveces, que fueron dirigidos a los hombres libres de Sudamérica, aquí parte del fragmento.


Acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la dominación monárquica y monástica (…) Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan (…) Se nos acusa ahora de insurgentes en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección[4].

  

Definitivamente parece que fue un llamado hacia la juventud Indoamericana a cooperar  en la obra que emprendían, que al inicio fue un mero conflicto con las autoridades de la Universidad, sin embargo, tuvo gran relevancia en el transcurso de los años, de manera que en esencia fue un despertar de un largo y pesado sueño de la conciencia que fue representada por las vetustas universidades. La protesta estudiantil de Junio de 1918 fue en contra el estado de abuso espiritual, docente y científico, en contra del gobierno oligárquico de las universidades. Al parecer los universitarios “no buscaron un correctivo momentáneo a esos males, sino que estuvieron orientadas hacia una reorganización orgánica profunda”[5].
Esta reforma proclamaba lo siguiente:


“Coparticipación estudiantil en la vida y gobierno de la Universidad; vinculación de los graduados; asistencia libre; docencia libre; periodicidad de la cátedra; publicidad de los actos universitarios y docentes; extensión universitaria; ayuda social estudiantil; sistema diferencial organizativo de las universidades; universidad social”[6]. En efecto, estas bases de organización  después de casi cerca de un siglo de protagonismo, algunas de ellas aún se mantienen vigentes


En consecuencia para Haya de la Torre fue decisivo este acontecimiento de la Reforma Universitaria de Córdova, porque la misión social de esta Universidad fue fundamental, así se plasmaron con la creación de las Universidades Populares, estableciéndose en varios países de Sudamérica y desde este ángulo ideológico Víctor Raúl  encontró en la Reforma Universitaria una fuente de inspiración para los antecedentes del Aprismo. Porque uno de los mayores méritos de la Reforma Universitaria fue que pusieron de manifiesto la unidad de la transformación educativa y cultural con las transformaciones sociales y políticas de nuestras sociedades.


  1. LOS ANARCO-SINDICALISTAS.

Murillo (1976) afirmó que si la reforma universitaria de Córdova y la revolución mexicana influyó en la formación del Apra, desde el escenario continental Latinoamericana, también el Apra estaba enraizado en su formación con el movimiento obrero desde sus inicios, porque fue influenciado por las ideas del movimiento anarco-sindicalismo, este fenómeno se registró especialmente en algunos países sudamericanos donde la presencia de españoles e italianos permitieron con la divulgación de   sendas ideas de Bakunin, Proudhon, Kropotkine, Malatesta entre otros.


El anarquismo en aquellos años pregonaba que la libertad era la condición esencial de toda revolución, aspiraba a la destrucción del Estado para el establecimiento de una sociedad sin clases, pero apelaba a la violencia para conseguir sus objetivos. En nuestro país el anarquismo fue influenciado por Manuel González Prada, las ideas libertarias se divulgaban a través de sus publicaciones como: la Protesta, el Germinal entre otros. Los gremios inicialmente más influenciados por el anarquismo fueron sobre todo los panaderos y los tipógrafos, pero también los sastres, zapateros y picapedreros; más tarde fueron muy activos los trabajadores del sector textil, que lograron influir en los jornaleros de los valles agrícolas cercanos a la capital. En 1919 fue el año de la culminación del anarco-sindicalismo en el Perú. Sin embargo, “un nuevo paro general paralizó Lima y el Callao del 13 al 15 de enero de 1919 hasta conquistar la jornada laboral de las ocho horas. La Federación de Trabajadores en Tejidos del Perú, constituida en enero, fue también fruto del movimiento, así como la Federación Gráfica y la de Choferes. La huelga había sido iniciada por los tejedores y fue rápidamente apoyada por los demás sindicatos, así como los estudiantes de San Marcos. Víctor Raúl Haya de la Torre, el principal líder de los universitarios, fue adquiriendo después una gran influencia entre los trabajadores textiles gracias a la creación en 1921 de las Universidades Populares González Prada”[7].


En consecuencia las influencias del anarco sindicalismo sobre Víctor Raúl Haya de la Torre para la formación del Apra fueron decisivas puesto que de allí  recogió las pautas para aglutinar un verdadero movimiento político de masas.


  1. VIDA Y OBRA DE MANUEL GONZÁLEZ PRADA.

Finalmente “la influencia de vida y obra de González Prada en Víctor Raúl, fue patente, de éste el futuro fundador del aprismo extrajo la tesis del frente único de trabajadores manuales e intelectuales” Barba (1978:53). González Prada, nació en Lima el 6  de Enero de 1848 fue una de las figuras de más realce a finales del siglo XIX en nuestro país, sus obras se proyectaron como precursora de las transformaciones sociales que se han desarrollado en la centuria pasada.  Este libre pensador fue procedente de un hogar abolengo, sin embargo luchó denodadamente contra las tradiciones y costumbres de su época. Murillo  (1976) afirmó que: “cuando vino la guerra con Chile en 1879 su deber llevó a combatir por la defensa de la patria, en el campo de batalla sufrió su gran desilusión, de la clase gobernante, pues sintió en carne propia la humillación de la derrota. A partir de aquella época su verbo se hizo iracundo, su estilo lapidario, posteriormente don Manuel González Prada se acercó a los obreros y artesanos para predicar su credo anarquista, romántico, escribió insistentemente contra los abusos de los gamonales y a favor de los indígenas”[8]. Quizá por estos considerandos, años más tarde de su fundación el aprismo defendió el legado revolucionario de González Prada, en efecto  para las nuevas generaciones el nombre del precursor se inmortalizó en las universidades populares que defendió Haya de la Torre en sus primeros años de lucha librada en defensa de los sectores marginados.


En consecuencia el nacionalismo radical defendido por Víctor Raúl Haya de la Torre en los primeros decenios de la centuria pasada fue la herencia intelectual de Manuel González Prada. En este sentido, no es casual que diversos escritores vinculados al Partido Aprista Peruano hayan reivindicado la obra del autor de Páginas libres como el punto de partida de una tradición intelectual marcada por la búsqueda de caminos conducentes a la construcción de la nación peruana. Quizás: “quien con mayor fervor resaltó la incorporación de ese legado heterodoxo a la tradición aprista fue Sánchez”[9]. Esta vinculación la establece con bastante claridad en su “última biografía de González Prada: De Horas de lucha nacería en gran parte el Apra; de Páginas libres, las universidades populares González Prada”[10]. También  se refirió al respecto otro aprista llamado Cossío (1946) en su libro el Indoamericano que algunos dirigentes apristas y, en primer lugar, Haya de la Torre, se consideraban discípulos, al que llamaba el Maestro, y calificaban al Apra como la ideología política continuadora del pensamiento de González Prada.




[1] Murrillo, Percy. “Historia del APRA, 1919-1945”,  p.18. 1976
[2] Haya de la Torre, Víctor Raúl. “Treinta Años del Aprismo”, p.22.1971
[3] Op. Cit. Haya de la Torre, p. 320. 1971.
[4] Barba, José. “Haya de la Torre y Mariátegui Frente a la Historia”, p. 54. 1978.
[5] Op. Cit., Murillo, p. 19
[6] Ibídem, p. 20
[7] Pareja, Piedad “Anarquismo y Sindicalismo en el Perú (1904-1929)”  p. 63. 1978.
[8] Op. Cit., Murillo, p.26
[9] Sánchez, Luis Alberto “Don Manuel: biografía de don Manuel González Prada, precursor de la revolución peruana” p. 292. 1930.
[10] Ibídem, p. 295

viernes, 26 de julio de 2013

Dictaduras Latinoamericanas en el siglo XX

Dictaduras Latinoamericanas en el siglo XX


En América Latina, Las dictaduras militares precisamente, complementan una particularidad difícil de explicar, puesto que podrían entenderse como la consecuencia de un derrotero común en la formación ideológica, que nos infunde una especie de vocación hacia las dictaduras. Por lo mismo, tal vez es probable hablar de dictaduras militares unificadas en una sola descripción que se adapta a todas las experiencias.

En tal sentido comprendemos que las dictaduras tienen no sólo aristas políticas, sino también ideológicas, sociales y económicas. Por ello examinar aquellos componentes comunes en la génesis política, social e ideológica que las hizo posibles, nos entrega un recurso más para la comprensión de la identidad latinoamericana.

Para nuestros propósitos esta convergencia de poder político y económico establece marcadas jerarquías sociales, que definirán un modo de entender la sociedad latinoamericana. De manera que en algunas regiones la explotación de los sectores sociales bajos, mediante el sistema de inquilinato (agrícola) o el esclavismo (cafetalero) favorecieron a la construcción de una idea de poder político-económico centralizado, hegemónico, paternalista, alrededor del cual se ampara la población, en una relación de supervivencia, que comprendía además la fidelidad y sumisión, trascendiendo de lo material, hacia lo ideológico. Bajo el orden conservador, el objetivo y resultado principal de la dominación oligárquica era reproducir la fuerza de trabajo rural y permitir su explotación. A partir de los últimos decenios del siglo XIX; el campesinado, además, comenzó a proporcionar al sector terrateniente otro tipo de recursos como: los votos. El control de los sectores campesinos más subordinados convertiría gradualmente al terrateniente en el único sector de las clases dominantes que, además de estar económicamente relacionado a un sector social subordinado, podía utilizarlo, en forma estable, como masa de maniobra en las contiendas electorales. Esta circunstancia iba a tornarse particularmente importante a partir de 1920 con el proceso de progresiva apertura democrática[1].

Es importante destacar que en este periodo los terratenientes explotaron, económicamente, el modelo monoproductor. La aguda dependencia de la exportación de monocultivos tales como el café y el azúcar en Centro América, el salitre y el estaño en América del Sur, hacia una Europa en expansión, generó posteriormente la crisis económica durante la primera guerra mundial, cuando este viejo continente redujo considerablemente el nivel de importaciones arrastrando consigo el derrumbe del modelo monoexportador, el empobrecimiento de los países latinoamericanos y su consiguiente retraso tecnológico, cuya superación y modernización será la carta fundamental a la que apostarán años más tarde, las dictaduras militares.

El factor de impacto de estos regímenes fue que generalmente trataron de justificar su presencia en el poder como una forma de traer la estabilidad política para el país o de rescatarla de la amenaza de "ideologías peligrosas". Los regímenes militares tienden a retratarse como independientes, como un partido "neutral" que facilita al país una dirección interina apartidista en épocas de la agitación, al tiempo que presentan a los políticos civiles como corruptos e ineficaces.

Ahora bien, las diferencias sociales y la pauperización del trabajador exaltaron en la lucha de clases, la adopción de ideologías marxistas y posteriormente la lucha armada (revolución cubana, movimientos guerrilleros en Perú, Bolivia y Venezuela) del trabajador convertido en obrero, contra una oligarquía convertida en Burguesía. La incorporación de las doctrinas socialistas a Latino América, acarrea a las décadas venideras, demandas sociales, manifestaciones masivas y la aparición del populismo, aquí se presenta a algunos regímenes militares en países de Latinoamérica, caso de Bolivia, con la dictadura del general Hugo Banzer, entre 1971 y 1978. En Paraguay el general Alfredo Stroessner, quien gobernó ese país durante treinta y cinco años, desde 1954 hasta 1989. En Chile fue el General Augusto Pinochet que gobernó desde 1973 a 1990. En caso de Perú durante el siglo xx hubo varios gobiernos dictatoriales Sanchéz Cerro que derrocó a Leguía, Oscar R. Benavides, Odría, luego el General Juan Velasco Alvarado, desde 1968 a 1975, denominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, luego gobernado por Francisco Morales Bermúdez. En Argentina fue el General Jorge Rafael Videla de 1976 a 1983. Otro dictador militar que se mantuvo por mucho tiempo fue Anastasio Somoza García, quien gobernó Nicaragua entre 1936 y 1956 y estableció una dinastía familiar que gobernó el país hasta 1979. También en Colombia entre 1953 y 1957 el general Gustavo Rojas Pinilla.

Desde esta perspectiva, a partir de los años 50 de la centuria pasada, combatir la expansión del Marxismo-Leninismo en América Latina se convirtió, en uno de los principales móviles de las intervenciones militares. Así quedaban las puertas abiertas para las Fuerzas Armadas en la represión de los movimientos insurgentes y de los partidos de tendencia izquierdista en general, que serán precisamente, su principal blanco de exterminio. El modelo cubano y la posibilidad del avance comunista eran contemplados con preocupación por los sectores conservadores que ante el temor a la revolución, aprobaban la represión militar.

De tales definiciones desprendemos que con la inserción de la izquierda en Latinoamérica, países como Perú, llegaron a polarizarse hasta el punto de dividirse en grupos antagónicos: al parecer que el resultado final de este conflicto fue la integración del conjunto de la clase propietaria alrededor del ejército, en su lucha contra las fuerzas populares organizadas por el Apra y el PC. De manera que este enfrentamiento quizá sentó los fundamentos de un conflicto que tomó simultáneamente, un carácter clasista e institucional -Apra y ejército- que definió la lucha política de las próximas décadas. En consecuencia, a partir de entonces la lucha de las clases básicas de la sociedad se expresó mediante el conflicto que contraponía el ejército al Apra, cada uno de ellos asociando en bloque a distintas clases; así el país pasó a dividirse en dos partidos: el aprista y el antiaprista, comandado este último por el ejército[2].

Las dictaduras se comprenden entonces, como la forma de enfrentar el desarrollo de los movimientos izquierdistas que irrumpen en los años 30, con el componente antagónico de la posterior guerra fría y la consolidación de Estados Unidos como potencia internacional tras la segunda guerra mundial. Lo anterior no solo es una anécdota sino un antecedente de importancia al examinar los golpes de estado militares avalados por el imperialismo norteamericano. Lo habitual era que los militares buscaran el consentimiento de la embajada norteamericana antes de dar el golpe de estado, de esta forma obtener una mayor legitimidad y reconocimiento internacional. Esto sin contar con los quiebres del orden institucional que fueron directamente impulsados desde Washington. Estados Unidos reforzó la posición de los militares golpistas invirtiendo millones de dólares en los ejércitos latinoamericanos, especialmente con préstamos que permitieron renovar el viejo armamento disponible. Una excepción a esta situación la protagoniza Perú y el levantamiento militar de 1968. Las determinaciones del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, lejos de contar con el apoyo Norteamericano, significó tensiones gubernamentales que fueron solucionadas posteriormente por la vía diplomática. El siguiente párrafo se refiere precisamente a la expropiación y toma, por parte de la milicia peruana, del complejo petrolero administrado por Estados Unidos. Al contrario de lo que se esperaba, el gobierno norteamericano respondió cautelosamente. Si bien la Standard Oil exigió el cumplimiento inmediato de la Enmienda Hickenlooper, que dictamina el corte de la cuota azucarera norteamericana a un país que no cancele de manera inmediata el valor de una empresa expropiada, las restantes compañías norteamericanas residentes en Perú presionaron ante su gobierno para que ese conflicto se encarrilara por los canales diplomáticos. Asimismo, parece que en el interior del Departamento de Estado, la experiencia cubana llevó a considerar el problema sin precipitación. Había que impedir que por las presiones norteamericanas el gobierno peruano se cubanizara. (...) La decisión de los militares peruanos de actuar de esta manera no respondía por lo tanto a un oportunismo político sino a la convicción de que era necesario correr el riesgo, tal vez desmesurado, a partir del cual podían estar seguros de poder realizar la  denominada segunda independencia de Perú.


Del análisis anterior precisamos que la reacción norteamericana siguió siendo de extrema cautela. Estados Unidos buscó la manera de resolver las diferencias por la vía diplomática y de alejar la posibilidad de llegar a una situación de no retorno[3]Ahora bien, si las dictaduras llegaron a concretarse, no es tan solo por el apoyo norteamericano, es porque encontraron un espacio apropiado en la sociedad latinoamericana, heredera de algo más que diferencias sociales de la etapa oligárquica. Una sociedad jerarquizada, que asume y acepta el paternalismo benefactor de la clase gubernamental. Una sociedad que hereda también el desprecio hacia el indígena, que si bien se mantuvo siempre en lucha constante por el acceso a la tierra, frente a la autoridad gubernamental usurpadora, fueron las dictaduras quienes reprimieron más fuertemente las comunidades existentes. En Chile, la represión militar más severa a las comunidades indígenas comenzó meses antes del golpe de estado de 1973.  Esta operación militar que se dio en la zona de la costa, todavía en democracia, dos semanas antes del golpe del 11 de septiembre, era parte de una serie de allanamientos hechos por las Fuerzas Armadas bajo la justificación de la ley de control de armas[4].

La imagen del dictador aunque la presencia militar es constante en toda la historia de la Latinoamérica independiente, es en las décadas de los 60 y los 70 que los golpes militares se hicieron algo corriente. Un general, o coronel, con apoyo de sus compañeros se lanzaba a la conquista del poder. O bien, una corporación militar en pleno, intervenía en la vida política. Sin embargo, y a pesar de resaltar que las intervenciones han sido generalmente corporativas, en el imaginario Latinoamericano ha perdurado indeleble la figura del Dictador.

Cebe precisar que la represión militar en Latinoamérica entre las décadas 60 – 80 del siglo XX, existieron cooperaciones entre los dictadores sudamericanos para establecer una organización represiva internacional denominada “Operación Cóndor”, que ejecutó un plan sistemático y minuciosamente organizado para lograr la vigilancia, detención y tortura de los opositores al régimen, más allá de las fronteras.

Finalmente, es necesario incidir que la propagación de las dictaduras no sólo se debió al carácter sumiso de la sociedad latinoamericana. El modelo monoproductor exportador que explotó la etapa oligárquica, concluyó con el empobrecimiento y retraso de los países centro y sudamericanos, por lo que la carta de presentación de las dictaduras fue la modernización infraestructural, la apertura a los mercados internacionales y la inserción de la idea de progreso a cualquier precio. Esto último es efectivamente literal al examinar las políticas de endeudamiento llevadas a cabo, que posteriormente azotaron al continente con la deuda externa. La ruta hacia el progreso, unido a la inyección de un componente ideológico nacionalista, determinó también las largas décadas de dictaduras militares latinoamericanas. Casualmente, la reformulación del aparato productivo, con los consecuentes cambios del modelo económico que instauraron las dictaduras militares, enterraron definitivamente a la clase oligárquica que fue, paradójicamente quien permitió el ingreso de las dictaduras militares a América Latina.



[1] Cavarozzi, Marcelo. (1978) El Orden Oligárquico en Chile, 1880-1940, en Desarrollo Económico Nº 70, Santiago de Chile: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, pp. 231-263.
[2] Cotler, Julio. (1977) Perú: Estado Oligárquico y Reformismo Militar, en VV.AA., América Latina, Historia de Medio Siglo. México: Siglo XXI Editores, pp. 373-423.
[3] Ibídem.
[4] Florencia Mallon. (2004) La sangre del Copihue. Santiago: LOM Ediciones, pp.133-134.

lunes, 22 de julio de 2013

La Perspectiva del Liderazgo Político

La perspectiva del liderazgo político

 Desde la perspectiva de Verba, el liderazgo político ha sido durante largo tiempo una inquietud y preocupación central del análisis político, de modo que frecuentando por identificar a los jefes y describir sus características[1]. Como hemos visto hasta ahora, aunque no es un fenómeno nuevo ni en su existencia, ni en su investigación, ha sido con la irrupción de la sociedad de masas, la aparición de los partidos y la lucha por el poder cuando se ha configurado con los perfiles que hoy lo conocemos, iniciándose un estudio más sistemático del mismo[2].

De acuerdo a la visión de Blondel (1987), si reducimos la política a su esencia, a lo que es más perceptible para la mayoría de los ciudadanos, ésta se ajusta hoy a los líderes políticos nacionales que quedan en la memoria colectiva cuando todo lo demás ha desaparecido. De tales definiciones se desprende en efecto, de que los líderes y el fenómeno al que dan lugar, establecen el elemento más reconocido y universal y, del que más se habla en la vida política de todos los países[3]. Del análisis anterior señalamos desde el enfoque de Elorriaga (1976) que el liderazgo significa reconocer la importancia que los hombres tienen para el desarrollo político de los pueblos, sin olvidar el papel que desempeñan también las instituciones y los procedimientos[4].
En consecuencia, el liderazgo político es un tema de estudio muy atrayente y, al mismo tiempo, como ya hemos mencionado anteriormente, difícilmente desarrollable y adaptable a un único esquema de análisis académico-científico. En tal sentido, pareciera que las dificultades comienzan con la propia definición del fenómeno. Puesto que son muchos los investigadores que se han esforzado por aportar una medida sobradamente precisa como para demarcar el mayor número de manifestaciones especificas del liderazgo político. A juzgar por la continuidad de los intentos, podemos concluir que quizás ninguno de ellos ha logrado su objetivo de manera incuestionable o definitiva.
En lo referente a la finalidad y teniendo en cuenta las dificultades de definición, nos parece esencialmente valiosa la síntesis que sobre el término liderazgo político ha desarrollado Natera Peral. En virtud de distinguir el tratamiento de las imágenes clásicas del liderazgo y las modernas aportaciones a la cuestión.
Los defensores de esta postura sostienen que, hasta que no se institucionalizó la ciencia política a principios del siglo XX en los Estados Unidos de Norteamérica y posteriormente en Europa, la historia del pensamiento político brindó variadas y ricas aproximaciones a la cuestión del liderazgo. Tal como hemos anteriormente, Platón con la descripción de la figura del filósofo-rey, Maquiavelo a través de los perfiles trazados para un Príncipe capaz de adquirir y consolidarse en el poder y Hobbes con su poderoso Leviatán, fueron tres referentes de los más significativos de esta contribución. El debate nos permite mencionar otro gran referente clásico en el estudio del liderazgo lo constituyó la discusión en torno al rol que juegan los líderes políticos en el desarrollo concreto de los acontecimientos históricos. En cuanto en dicho extremo, frente a los enfoques defendidas por la denominada “Teoría del gran hombre”, encontramos la concepción del líder entendido como marioneta.
Al parecer desde los años 1970 hasta la actualidad no han cesado de publicarse nuevas estudios referido al concepto de liderazgo político desde diversas perspectivas. Todas ellas han beneficiado el campo de la investigación pero, al mismo tiempo, han generado aún más confusión porque es muy difícil realizar una sistematización con tantos estudios definitorios que los académicos han formulado sobre el tema. En tal sentido en este apartado hemos incluido algunas de las más significativas contribuciones y, al tiempo, más adecuadas para caracterizar a nuestro objeto sobre líderes políticos. Así, para Katz (1990), el liderazgo es el proceso por el que un individuo ejerce consistentemente más influencia que otros en la ejecución de las funciones del grupo[5]. De acuerda a esta visión resaltaremos que el liderazgo es una actividad vinculada a determinados actores que radica en facilitar una visión y, al mismo tiempo, en buscar y movilizar apoyos políticos para llevarla a la práctica. Nanus (1995), del análisis anterior ha manifestado que el liderazgo consiste en la capacidad de definir, articular e institucionalizar nuevos valores y ofrecer nuevas visiones  de escenarios futuros en la organización política, utilizando una gran diversidad de materiales transformadores de su entorno, esto es, desarrollando en ella las capacidades suficientes para convertir la visión en realidad[6].
Adicionalmente reiteramos, que es cuasi imposible formular una única definición del liderazgo político. Sin embargo, como ya argumentamos para el liderazgo en sentido genérico, se pueden identificar una serie de notas comunes a muchas enunciaciones de liderazgo político que se han ido ofreciendo.
·         En primer lugar, en todo liderazgo político son identificables unas habilidades para el mismo, siempre difíciles de fijar.
·         En segundo lugar, el liderazgo político implica una superioridad en el ejercicio de la influencia en el seno de la relación existente entre dos partes tal cual son el propio líder y quienes sustentan su liderazgo.
·         En tercer y último lugar, tan sólo existe liderazgo cuando alguien es capaz de focalizar las expectativas del grupo o, de fijar unas metas hasta ese momento poco definidas.
Para delimitar las definiciones de esta postura y al establecimiento de notas comunes, podemos añadir una proposición inherente a los tipos posibles de liderazgo. Para evitar una enumeración engorrosa, solamente destacamos entre los muchos intentos de clasificar los diferentes tipos de liderazgo político, la tipología formulada por Blondel a finales de los 1980 y, la propuesta en España por Sabucedo.
En primera cuestión Blondel distingue dos dimensiones del liderazgo en función del impacto que ocasionan los líderes en el sistema político, según el detalle:
·         Por la extensión o alcance del liderazgo.
·         Por la profundidad o intensidad del mismo.
En cuanto la primera se refiere a la mayor o menor amplitud de los ámbitos de dominio político; mientras la segunda se fija básicamente, en el grado de producción de efectos anhelados y en la contribución al cambio atribuible al líder político, lo que también podría analizarse como grado de cumplimiento de los programas políticos o las llamadas promesas electorales. A través de esta clasificación se considera la extensión del liderazgo atendiendo a la amplitud, en proporción con el marco sobre el que actúa el liderazgo político. De esta manera, se diferencian potencialmente tres tipos de alcance:
·         El grande
·         El moderado y
·         El pequeño o especializado.
En el primero caso se trataría de un líder que gracias a su actividad obtiene influenciar de manera global el funcionamiento del sistema político en su conjunto; en estos casos posiblemente estaríamos ante un jefe de estado, un primer ministro, o un líder político de la oposición democrática.
Mientras en el segundo grupo incluiríamos a líderes cuyo impacto se produce sobre una o varias políticas concretas. Finalmente en el último grupo, en el liderazgo de alcance especializado, la presencia se reduce a un período o circunstancia muy concreta, sin llegar a desempeñar un papel sobre la totalidad del sistema político.
Desde esta perspectiva en lo concerniente a la profundidad de los cambios promovidos por el líder, es factible distinguir otros tres tipos. Cuando el cambio producido sea capaz, tan sólo, de producir algunos cambios no especialmente determinantes que se juzguen trascendentales, estaremos ante un liderazgo moderado. Por último, si se considera que los cambios no han conseguido modificar en exceso la situación precedente, estaremos ante un liderazgo mínimo.
Por lo tanto la combinación de los seis criterios propuestos ofrece una tipología de nueve modelos distintos en la que con más o menos fidelidad pueden ser incluidos líderes pasados y presentes.



[1] Verba, S. (1968) El liderazgo: grupos y conducta política. Rialp: Bibl. Educ. y C. Soc., Investigaciones y ensayos 8, p. 148.
[2] Lucas Verdú, P. (1977) Principios de Ciencia Política. Madrid: Tecnos, pp. 167-168.
[3] Blondel, J. (1987) Manual de liderazgo: Un estudio de la teoría y la investigación. Londres: Sage, p. 124.
[4] Elorriaga, G. (1976) Liderazgo político. Madrid: Editorial Sala, p. 11.
[5] Katz, D. y Kahn, R. L. (1990) Liderazgo. Psicología social de las organizaciones. México: Editorial Trillas.
[6] Nanus, B. (1995) Liderazgo visionario: forjando nuevas realidades con grandes ideas. Barcelona: Juan Granica.

Teoría del Gran Hombre

1.1.Teorías de los Rasgos (Teorías del Gran Hombre)
A inicios del siglo xx, los investigadores trataban de determinar qué hacían grandes a algunos hombres. Entonces consecuente con este principio los enfoques estaban orientados en identificar las cualidades innatas poseídas por los grandes líderes políticos, sociales y militares. Se trata de un estudio en lo cual existieron diversas proposiciones, de manera que unos pensaba que estas personas nacían con esas características. Según Stodgill y otros investigadores (1948-1992) identificaron un grupo básico, aunque muy extenso de rasgos comunes a los líderes. En tal sentido tras una serie de deducciones concluyeron en los siguientes rasgos básicos de los líderes, lo cual ya hemos expuesto en un cuadro más arriba. En esta ocasión presentamos un segundo cuadro de fortalezas y debilidades de los líderes según la teoría del gran hombre.

FORTALEZAS
DEBILIDADES
·         Remarca claramente que los líderes son los individuos que están al frente.
·         Tienen un siglo de investigación soportando la teoría.
·         Ofrece un benchmark[1] de los que necesitamos si queremos ser líderes.
·         La investigación no ha podido definir una lista definitiva de rasgos necesarios.
·         No tiene en cuenta el componente situacional.
·         La investigación es demasiado subjetiva (depende de cada investigador).
·         No define con claridad la relación entre líderes y consecución de resultados.
·         No es un enfoque útil para la enseñanza y el desarrollo (se centra en estructuras psicológicas fijas)

Los defensores de esta postura enfatizaron la conducta del líder, no sus características personales. Se enfoca también en lo que el líder hace y en cómo lo hace. Y subsiguientemente determinan que el liderazgo presenta dos tipos generales de conducta:
·         Conducta de tarea (facilita el cumplimiento de masas)
·         Conducta de relación (se enfoca en las personas)
 Finalmente los defensores de esta postura señalan que el líder efectivo combina los dos tipos de conducta para influir a los seguidores y lograr la consecución de las metas trazadas.
1.1.1.      Liderazgo Transformacional (aprox. 1980 a 2005)
De acuerdo a esta visión, es parte del nuevo paradigma de liderazgo, tal es así que algunos denominan como “Liderazgo Neo carismático” Quizás sea la teoría más investigada ocupando un lugar central en la investigación del decenio pasado.
Un mensaje que los autores consideran sobre el liderazgo transformacional, está orientado básicamente en que éstos sostienen como un proceso de liderazgo que tiene la pretensión de transformar a los individuos. De modo que tiene que ver con una forma excepcional de influencia que lleva a los seguidores a realizar y a cumplir más allá de lo que se espera de ellos, esto significa elementos característicos y de visión.
Es importante precisar que el término transformacional lo populariza Mc Gregor (1978) en su texto Leadership y  Burns[2] (2003). Diferencia además el liderazgo transformacional y transaccional, establece que el primero se fundamenta en valores finales (igualdad, derechos humanos y justicia) transmitidos mediante la educación, mientras que el segundo se apoya en valores modales (lealtad, honestidad y lealtad) por medio de la preparación y entrenamiento en el cual puede usarse la coerción.
Por estos considerandos, se describe el liderazgo transformador como un proceso en donde se encuentran altos niveles de moralidad y motivación. Los líderes transformadores buscan elevar el grado de conciencia de sus seguidores fundamentándose en ideales y valores más altos, tales como libertad, justicia, igualdad, paz y humanitarismo, en contraste con emociones más bajas como miedo, ambición, envidia y odio. De modo que este tipo de liderazgo puede ser visto como un proceso de influencia a nivel micro entre individuos y como un macro nivel de influencia para la movilización de poder con miras a cambiar sistemas sociales y producir reformas institucionales.
Por otro lado House (1986) publica su teoría de carisma y se convierte en casi sinónimo de liderazgo transformacional. El autor señala que el líder carismático tiene una serie de conductas claras y son las siguientes:
·         Un modelo de las creencias y valores que quieren que adopten los seguidores.
·         Son competentes
·         Articulan las metas ideológicas
·         Transmiten una elevada expectativa en sus seguidores y confianza en ellos
·         Utilizan motivación relevante (afiliación, poder, estima).

FORTALEZAS
DEBILIDADES
·         Ha sido investigado profundamente desde los finales de años 1970 y se ha demostrado ser un modelo cuasi efectivo.
·         Ofrece sentido fácilmente, puesto que los aspectos básicos son fáciles de entender.
·         El líder emerge de la relación líder-seguidores.
·         Tienen en cuenta las necesidades y el desarrollo de los seguidores.
·         Trabaja con la dimensión moral.
·         Le falta claridad conceptual en el desarrollo.
·         La validez del MLQ[3] aún no está del todo establecida.
·         Trata el liderazgo como un rasgo personal más que como una conducta enseñable.
·         Algunos tachan de modelo de elitista y antidemocrático.
·         Puede generar conducta de abuso de poder por parte del líder.


1.1.2.      Liderazgo Auténtico (aprox. 2000 – Actualidad)
Para el proceso del tema desarrollaremos desde el enfoque de Landolfi[4] (2010), está basado en una fuerte componente de valores, propósito e integridad, puesto que trata de líderes y procesos de liderazgo político que construyen organizaciones que perduran, generan resultados y ofrecen un servicio de alto nivel. Por consiguiente tiene la premisa que se fundamenta a través del autoconocimiento individual, la autorregulación y el enfoque positivo se fomenta el desarrollo de la autenticidad en sí mismo y en los seguidores.
El liderazgo auténtico se define como un proceso multidimensional que despliega, las capacidades psicológicas positivas autorreguladas y un fomento del autodesarrollo. A continuación consideramos los componentes del liderazgo auténtico según el detalle:
·         Capital Psicológico positivo
·         Perspectiva moral positiva
·         Autoconocimiento del líder
·         Conductas y procesos de liderazgo
·         Conocimiento y desarrollo de los seguidores
·         Contexto organizacional
·         Rendimiento sostenido observable.
Ahora bien,  la autenticidad ofrece las palancas para que los seguidores se involucren en mayor medida, conozcan con mayor precisión la dirección a seguir y contribuyan con mejores apreciaciones y visiones a la consecución de resultados organizativos. Por otro lado este tipo de liderazgo puede incorporar al liderazgo transformacional, al carismático, al servidor o a otras formas de liderazgo positivo, pero no todo liderazgo transformacional o carismático puede ser auténtico.
Para nuestros propósitos el principal aportación del liderazgo auténtico radica en que puede ayudar a las personas a encontrar sentido y conexión a su trabajo a través del autoconocimiento, la restauración del optimismo, la confianza, la esperanza, en el compromiso y fomentando estructuras inclusivas y, climas éticos positivos. También pone de relieve la importancia de las historias vitales de los líderes políticos, el liderazgo auténtico refleja, simplemente, las conductas de las personas –líderes y seguidores- que son consistentes con su propio ser.
El otro elemento a considerar de los líderes auténticos es que tienen efectos positivos en los resultados organizativos y sobre los seguidores. En esta etapa las organizaciones pueden mejorar el liderazgo de dos maneras fundamentales: a través de criterios de selección y de intervención de desarrollo.

Criterios de Selección
Intervenciones de Desarrollo
Seleccionando que poseen ciertas características de autenticidad:
·         Auto concepto positivo
·         Madurez emocional
·         Integridad
·         Apertura de aprendizaje
·         Autoestima
·         Relaciones pasadas positivas
Realizando acciones de desarrollo que fomenten los componentes de liderazgo auténtico:
·         Comentarios multifuente
·         Centros de evaluación
·         Entrenamiento y tutoría
·         Entrenamiento de conceptos interpersonales  y en general de confianza  e integridad.
·         Programas intensivos de liderazgo social basados en comentarios.
 
En consecuencia, del análisis anterior se entiende que el liderazgo como el proceso a través del cual una persona –líder- influye sobre la conducta de los demás –seguidores- con el fin de conseguir un objetivo, y para ello debe tener unos valores y características, así como realizar un conjunto de labores como las que se mencionan a continuación: tener una visión que inspire, aplicar los medios para alcanzar esa visión, estructurar las situaciones grupales, manejar las relaciones interpersonales, la comunicación, el modelaje, congruencia entre lo que dice y lo que hace, capacidad para tomar decisiones, resolver problemas, manejar los conflictos, delegar, empoderizar, iniciar y mantener cambios en la organización, realizar tareas desafiantes, perseverar, desarrollar a los seguidores, asumir la responsabilidad, ser proactivos y creativos, entre otros.





[1] La palabra “BenchMark” proviene de los estudios de elevamiento geográfico, en los cuales significa medir con respecto a un punto de referencia. En otras palabras un “BenchMark” es aquel que ha logrado ser "El Mejor en su Clase". Este logro, entonces, se convierte en el punto de referencia o patrón reconocido de excelencia con respecto al cual se miden procesos similares.
[2] Burns, J. (2003) Transformar el Liderazgo. New York: Editorial Grover Press.
[3] Instrumento de Cuestionario de Liderazgo Multifactorial.
[4] Landolfi, H. (2010) La esencia del liderazgo. Claves para el ejercicio genuino y auténtico del liderazgo. Buenos Aires: Editorial Dunken.