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lunes, 22 de julio de 2013

EL LIDERAZGO COMO OBJETO DE ESTUDIO

A finales de los años 50 de la centuria pasada, en un escrupuloso investigación del liderazgo desde una óptica psicológica-social, aunque extensible a otras alineaciones académicas, Browne y Cohn señalaban que pese a la existencia de una vasta bibliografía referente el tema, el material estaba pobremente organizado, en virtud de ello los antecedentes e hipótesis comunes brillaban por su ausencia, en efecto los enfoques metodológicos y teóricos eran excesivamente extensos. Así, concluían que las referencias sobre el liderazgo parecía “una masa de contenido desprovista de sustancias aglutinantes que la agrupasen o la coordinasen, estableciendo interrelaciones”[1]. Consecuentemente con ese principio llevaron al célebre psicólogo de la organización Martin Chemers, a manifestar que la teoría contemporánea del liderazgo es fragmentada, compleja y contradictoria, a pesar de lo cual defendió la posibilidad de construir una estructura sólida para integrar y organizar lo que hasta ese instante se sabía y se había estudiado sobre el liderazgo[2].
En tal sentido y muy  a pesar a la diversidad de formas en las que ha sido determinado el fenómeno del liderazgo y la lógica confusión que se ha ocasionado como consecuencia, desde la perspectiva de Northouse (2001), se pueden identificar un conjunto de elementos constantes en todos los intentos: “es un proceso; trae aparejada la influencia; se ejerce dentro o con respecto a un grupo y va encaminado a una meta, sea cual sea esta”[3].  Asimismo, se puede convenir en fijar cinco significados distintos con los que la palabra liderazgo ha sido empleado generalmente por las Ciencias Sociales[4].
Entonces bajo la óptica de la anterior perspectiva señalamos atribuir tres significados diferentes tales como:
·        En primera cuestión, entendiéndolo como un rasgo o cualidad atribuible a una persona.
·        En segundo cuestión, como atributo posicional o situacional.
·        En último cuestión, en calidad de comportamiento.
El factor de impacto de estas tres formas han inspirado varios enfoques de investigación: el de las características o rasgos personales; el situacional o de la contingencia, que se basa en la selección de variables de situación capaces de indicar el estilo de liderazgo más adecuado para obtener el acomodo a las cambiantes circunstancias; el conductual, interesado por detallar el comportamiento de los líderes, y el del nuevo liderazgo o modelo transaccional, que pone especial énfasis en el concepto de visión y en la relación entre los líderes y los seguidores (Molina y Delgado, 2001, p. 71). Cabe precisar que cada investigador ha dado origen a un tipo diferente de definición del fenómeno.
También es importante destacar a Sobral, puesto que precisaba, “han sido frecuentes los análisis del liderazgo político que han perseguido insistentemente una serie de características especiales, de rasgos y atributos, que por su escasa frecuencia o por su intensidad inusual, -nos permiten- comprender una supuesta excepcionalidad del hombre que llega a ser líder en contextos políticos”[5].
Por otro lado desde la visión del enfoque como atributo posicional o situacional, vislumbra el liderazgo en relación con la posición que ocupa el líder y la circunstancia en la que se ve obligado a desenvolverse. De acuerdo a esta visión es que las diversas situaciones potenciales exigen diversas clases de liderazgo[6]. Esta óptica ha proyectado la necesidad de atender a las circunstancias cambiantes en las que esencialmente se originan y desarrollan los liderazgos y que finalmente los pueden fortalecer o debilitar. El hombre existe constitutivamente en una determinada circunstancia, afirmó en cierta ocasión Ortega y Gasset[7], y se ve obligado a reaccionar ante los cambios que continuamente se originan, si desea controlarla. De manera que esta idea, trasladada al espacio del liderazgo, puesto que es ventajoso para entender la importancia que el escenario confiere a las potencialidades de ser o no un líder, puesto que las personas que son líderes en una situación no obligatoriamente pueden ser líderes en otras situaciones. En tal sentido el liderazgo entendido como la influencia interpersonal que se da en una determinada situación y que se orienta mediante un proceso de comunicación hacia el cumplimento de objetivos específicos, encaja en este enfoque como atributo posicional o situacional.
 En tercer término, desde la óptica conductista o calidad de comportamiento, quienes se han aproximado académicamente al fenómeno del liderazgo creen que es viable delimitar la existencia de prácticas concretas de liderazgo, y después establecer generalizaciones deseables de comportamientos. Frente al análisis de las cualidades de los líderes, de las situaciones que afectan o las posiciones que ocupan, desde el enfoque conductual se repara en lo que los líderes hacen. Como ha dicho Maisonneuve en su momento, de manera que desde este punto de vista, el liderazgo no será considerado de forma estática y estrechamente individualizada, sino “como un sistema de conducta requerido por y para el funcionamiento del grupo, como una condición y una cualidad dinámica de su estructuración”[8]. En virtud de lo expuesto, el liderazgo puede ser entendido como la conducta de una persona comprometido en dirigir las actividades de una organización o grupo hacia un objetivo común.
Otra precisión importante señalamos que a principios de los noventa surgió entre los estudiosos una propuesta de síntesis y multidisciplinar en el estudio del liderazgo que denominó como “nuevo liderazgo”, a la que nos atrevemos a llamar también “teleológica”, para tratar distinguirla de los otros enfoques a los que hemos expuesto con anterioridad. La peculiaridad de este enfoque radicó en el uso de concepto de visión, entendiendo por tal una idea realista, creíble, atractiva para la organización, en efecto “una idea tan enérgica que produce el arranque (...) del futuro, despertando las habilidades, talentos y recursos necesarios para que suceda y señalando el camino para todos aquellos que necesitan saber qué es la organización y hacia donde pretende ir”[9]. De tales definiciones se desprende que el liderazgo es la capacidad de un líder para comunicar, definir y articular de manera eficaz dicha visión. Dicho de otra forma, “el liderazgo hace referencia a las experiencias de la vida que proveen a una persona unas metas y una visión, le otorgan con la habilidad para articular ambas, y de la elasticidad suficiente como para atraer a un grupo significativo de seguidores con el objeto de alcanzar unos objetivos valiosos, tanto para el mismo como para ellos”[10].
Como hemos visto hasta ahora la existencia de estos variados enfoques de acercamiento al liderazgo deja en evidencia la falta de sintonía y compromiso entre los teóricos para hallar una fórmula de una proposición común. En tal sentido pareciera que cada autor ha ensayado una propia definición, cubrir las pretensiones de su estudio. Entonces no sería extraño, como se ha mencionado al inicio, que a veces, los investigadores sobre el liderazgo tengan una similitud a una amalgama de trabajos que una línea de estudio coherente. Sin embargo sin ánimo de ser soberbios y además admitiendo muchas limitaciones teóricas, nosotros como ya se verá, tampoco pudimos quitarnos a la tentación de formular nuestra aproximación particular.
 Adicionalmente señalamos, para la perspectiva de los rasgos personales o de la cualidad lo trascendental es observar y delimitar el conjunto de rasgos específicos, naturales o adquiridos que poseen quienes son considerados líderes, del mismo modo identificar las habilidades y cualidades que se requieren para serlo. Es lo que demuestra el estudio a líderes políticos reconocidos, tal es así que se procura identificar estos rasgos, natos o inherentes de la personalidad, para diferenciar con meridiana claridad a quienes son líderes eficaces con referente al común de los ciudadanos.
Stogdill (1974), presentó un esquema resumen de los importantes factores personales relacionados con el liderazgo, a través de la revisión de las más destacadas aportaciones teóricas realizadas hasta entonces. De manera que para el autor en mención, la responsabilidad, la participación, el rendimiento y el status constituían algunos de los principales factores relacionados con el liderazgo[11].
Otra precisión importante son los ejemplos de este punto de vista, sobre el estudio de liderazgo político, encaminaron a partir de la idea de un liderazgo forzado mediante la educación, inserta en la República de Platón, pasando por la idea de un liderazgo como el descrito por Aristóteles en La Política, delimitado por la existencia de un conjunto de dotes naturales y,  llegando a los años sesenta de la centuria pasada a la descripción de habilidades propuestas por Michels, quien señaló el liderazgo en los partidos políticos los principales dotes ha de poseer son el talento oratorio, la fuerza de voluntad, la solidez ideológica, la confianza en sí mismo, la bondad de ánimo y el desinterés[12].
 En virtud de lo expuesto anteriormente, podemos incorporar otros estudios medianamente actuales de aclarar los rasgos personales vinculados al liderazgo político; este es el caso de Bell. Este autor específicamente, ha defendido la imagen de un líder dotado de poder y voluntad -o si se quiere- de cualidades para el ejercicio del liderazgo[13]. Bajo la óptica de esta perspectiva las cualidades personales de un líder político y que además consecuente con este principio por ejemplo, la siguiente definición sobre el liderazgo es: “el resultado de la habilidad para persuadir y dirigir hombres, sin perjuicio del prestigio o poder que deriva del cargo u otras circunstancias externas”[14].
El factor de impacto de esta perspectiva de estudio, sin embargo, impulsa un déficit explicativo: puesto que la lista de rasgos potenciales a tener en cuenta podría llegar a ser tan larga que resultaría muy  dificultoso establecer la conexión entre un rasgo determinado y el mayor o menor éxito de un líder político.





[1] Browne, C.; Cohn, T. “El estudio del liderazgo”. Paidós. Buenos Aires, p. 15. 1958
[2] Chemers  y  Ayman, R.  “La teoría de liderazgo y la investigación. Perspectivas y direcciones”. Academic Press. San Diego, p. 293. 1992
[3] Northouse, P. G. “Teoría de liderazgo y práctica”.  2da Ed. Sage Publicaciones. Londres,  p. 3. 2001
[4] El investigador Carter, prefiere hablar, en primer término del líder como polarizador de los miembros del grupo. En segundo término del líder como individuo capaz de dirigir al grupo hacia sus objetivos. En tercer término, del líder como elegido o como persona seleccionada para esa función por los miembros del grupo. En cuarto término, el líder entendido como aquella persona capaz de impulsar al grupo en las dimensiones de la integración, la cohesión, la sinergia, la moral, la sociabilidad, la permeabilidad. Finalmente,  alude al líder como quien posee una conducta de tal a juicio a juicio de quien realiza el estudio concreto del liderazgo. Carter, L. F. “Sobre la definición del liderazgo”. New York  Haspers, pp. 262-265. 1953
[5] Sobral, J. “Conducta política individual”, en Seoane, J. y Rodríguez, A. “Psicología política”. Pirámide. Madrid, pp.76-77. 1988
[6] Northouse, P. G.  Op., cit, p. 55.
[7] Ortega y Gasset, J.  “Historia como sistema”. Espasa Calpe. Madrid, p. 72. 1971
[8] Maisonneuve, J. “La dinámica de los grupos”. Proteo. Buenos Aires, p. 66. 1968
[9] Natera Peral, A. “El liderazgo político en la sociedad democrática”. Centro de Estudios Políticos. Madrid, pp. 24-35. 2001
[10] Rejai, M. y Phillips, K. “Líderes y liderazgo”. Una evaluación de teoría e investigación. Connecticut, p. 9. 1997
[11] Stogdill, R. M. “Manual de liderazgo”: Un estudio de la teoría y la investigación. Free Press. New York, p. 52. 1974
[12] Michels, R. “Los partidos políticos”. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Amorrortu editores. Buenos Aires, p. 188. 1962
[13] Bell, D. “El fin de las ideologías”: sobre el agotamiento de las ideas políticas en los años cincuenta, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Col. Clásicos. Madrid,  p. 386. 1990
[14] Natera Peral, A. Op., cit., p. 24.

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