EL LIDERAZGO COMO OBJETO DE ESTUDIO
A finales de los años 50 de la centuria
pasada, en un escrupuloso investigación del liderazgo desde una óptica
psicológica-social, aunque extensible a otras alineaciones académicas, Browne y
Cohn señalaban que pese a la existencia de una vasta bibliografía referente el
tema, el material estaba pobremente organizado, en virtud de ello los
antecedentes e hipótesis comunes brillaban por su ausencia, en efecto los
enfoques metodológicos y teóricos eran excesivamente extensos. Así, concluían
que las referencias sobre el liderazgo parecía “una masa de contenido
desprovista de sustancias aglutinantes que la agrupasen o la coordinasen,
estableciendo interrelaciones”[1].
Consecuentemente con ese principio llevaron al célebre psicólogo de la
organización Martin Chemers, a manifestar que la teoría contemporánea del
liderazgo es fragmentada, compleja y contradictoria, a pesar de lo cual
defendió la posibilidad de construir una estructura sólida para integrar y
organizar lo que hasta ese instante se sabía y se había estudiado sobre el
liderazgo[2].
En tal sentido y muy a pesar a la diversidad de formas en las que
ha sido determinado el fenómeno del liderazgo y la lógica confusión que se ha
ocasionado como consecuencia, desde la perspectiva de Northouse (2001), se
pueden identificar un conjunto de elementos constantes en todos los intentos:
“es un proceso; trae aparejada la influencia; se ejerce dentro o con respecto a
un grupo y va encaminado a una meta, sea cual sea esta”[3]. Asimismo, se puede convenir en fijar cinco
significados distintos con los que la palabra liderazgo ha sido empleado
generalmente por las Ciencias Sociales[4].
Entonces bajo la óptica de la anterior
perspectiva señalamos atribuir tres significados diferentes tales como:
·
En
primera cuestión, entendiéndolo como un rasgo o cualidad atribuible a una
persona.
·
En
segundo cuestión, como atributo posicional o situacional.
·
En
último cuestión, en calidad de comportamiento.
El factor de impacto de estas tres formas han
inspirado varios enfoques de investigación: el de las características o rasgos
personales; el situacional o de la contingencia, que se basa en la selección de
variables de situación capaces de indicar el estilo de liderazgo más adecuado
para obtener el acomodo a las cambiantes circunstancias; el conductual,
interesado por detallar el comportamiento de los líderes, y el del nuevo
liderazgo o modelo transaccional, que pone especial énfasis en el concepto de
visión y en la relación entre los líderes y los seguidores (Molina y Delgado,
2001, p. 71). Cabe precisar que cada investigador ha dado origen a un tipo
diferente de definición del fenómeno.
También es importante destacar a Sobral,
puesto que precisaba, “han sido frecuentes los análisis del liderazgo político
que han perseguido insistentemente una serie de características especiales, de
rasgos y atributos, que por su escasa frecuencia o por su intensidad inusual,
-nos permiten- comprender una supuesta excepcionalidad del hombre que llega a ser
líder en contextos políticos”[5].
Por otro lado desde la visión del enfoque como
atributo posicional o situacional, vislumbra el liderazgo en relación con la
posición que ocupa el líder y la circunstancia en la que se ve obligado a
desenvolverse. De acuerdo a esta visión es que las diversas situaciones
potenciales exigen diversas clases de liderazgo[6]. Esta óptica ha proyectado
la necesidad de atender a las circunstancias cambiantes en las que
esencialmente se originan y desarrollan los liderazgos y que finalmente los
pueden fortalecer o debilitar. El hombre existe constitutivamente en una
determinada circunstancia, afirmó en cierta ocasión Ortega y Gasset[7], y
se ve obligado a reaccionar ante los cambios que continuamente se originan, si
desea controlarla. De manera que esta idea, trasladada al espacio del
liderazgo, puesto que es ventajoso para entender la importancia que el
escenario confiere a las potencialidades de ser o no un líder, puesto que las
personas que son líderes en una situación no obligatoriamente pueden ser
líderes en otras situaciones. En tal sentido el liderazgo entendido como la
influencia interpersonal que se da en una determinada situación y que se
orienta mediante un proceso de comunicación hacia el cumplimento de objetivos
específicos, encaja en este enfoque como atributo posicional o situacional.
En
tercer término, desde la óptica conductista o calidad de comportamiento,
quienes se han aproximado académicamente al fenómeno del liderazgo creen que es
viable delimitar la existencia de prácticas concretas de liderazgo, y después
establecer generalizaciones deseables de comportamientos. Frente al análisis de
las cualidades de los líderes, de las situaciones que afectan o las posiciones
que ocupan, desde el enfoque conductual se repara en lo que los líderes hacen.
Como ha dicho Maisonneuve en su momento, de manera que desde este punto de
vista, el liderazgo no será considerado de forma estática y estrechamente
individualizada, sino “como un sistema de conducta requerido por y para el
funcionamiento del grupo, como una condición y una cualidad dinámica de su
estructuración”[8]. En
virtud de lo expuesto, el liderazgo puede ser entendido como la conducta de una
persona comprometido en dirigir las actividades de una organización o grupo
hacia un objetivo común.
Otra precisión importante señalamos que a
principios de los noventa surgió entre los estudiosos una propuesta de síntesis
y multidisciplinar en el estudio del liderazgo que denominó como “nuevo
liderazgo”, a la que nos atrevemos a llamar también “teleológica”, para tratar
distinguirla de los otros enfoques a los que hemos expuesto con anterioridad.
La peculiaridad de este enfoque radicó en el uso de concepto de visión,
entendiendo por tal una idea realista, creíble, atractiva para la organización,
en efecto “una idea tan enérgica que produce el arranque (...) del futuro,
despertando las habilidades, talentos y recursos necesarios para que suceda y
señalando el camino para todos aquellos que necesitan saber qué es la
organización y hacia donde pretende ir”[9]. De tales definiciones se
desprende que el liderazgo es la capacidad de un líder para comunicar, definir
y articular de manera eficaz dicha visión. Dicho de otra forma, “el liderazgo
hace referencia a las experiencias de la vida que proveen a una persona unas
metas y una visión, le otorgan con la habilidad para articular ambas, y de la
elasticidad suficiente como para atraer a un grupo significativo de seguidores
con el objeto de alcanzar unos objetivos valiosos, tanto para el mismo como
para ellos”[10].
Como hemos visto hasta ahora la existencia de
estos variados enfoques de acercamiento al liderazgo deja en evidencia la falta
de sintonía y compromiso entre los teóricos para hallar una fórmula de una
proposición común. En tal sentido pareciera que cada autor ha ensayado una
propia definición, cubrir las pretensiones de su estudio. Entonces no sería
extraño, como se ha mencionado al inicio, que a veces, los investigadores sobre
el liderazgo tengan una similitud a una amalgama de trabajos que una línea de
estudio coherente. Sin embargo sin ánimo de ser soberbios y además admitiendo
muchas limitaciones teóricas, nosotros como ya se verá, tampoco pudimos
quitarnos a la tentación de formular nuestra aproximación particular.
Adicionalmente señalamos, para la perspectiva
de los rasgos personales o de la cualidad lo trascendental es observar y
delimitar el conjunto de rasgos específicos, naturales o adquiridos que poseen
quienes son considerados líderes, del mismo modo identificar las habilidades y
cualidades que se requieren para serlo. Es lo que demuestra el estudio a
líderes políticos reconocidos, tal es así que se procura identificar estos
rasgos, natos o inherentes de la personalidad, para diferenciar con meridiana
claridad a quienes son líderes eficaces con referente al común de los
ciudadanos.
Stogdill (1974), presentó un esquema resumen
de los importantes factores personales relacionados con el liderazgo, a través
de la revisión de las más destacadas aportaciones teóricas realizadas hasta
entonces. De manera que para el autor en mención, la responsabilidad, la
participación, el rendimiento y el status constituían algunos de los
principales factores relacionados con el liderazgo[11].
Otra precisión importante son los ejemplos de
este punto de vista, sobre el estudio de liderazgo político, encaminaron a
partir de la idea de un liderazgo forzado mediante la educación, inserta en la
República de Platón, pasando por la idea de un liderazgo como el descrito por
Aristóteles en La Política, delimitado por la existencia de un conjunto de
dotes naturales y, llegando a los años
sesenta de la centuria pasada a la descripción de habilidades propuestas por
Michels, quien señaló el liderazgo en los partidos políticos los principales
dotes ha de poseer son el talento oratorio, la fuerza de voluntad, la solidez
ideológica, la confianza en sí mismo, la bondad de ánimo y el desinterés[12].
En
virtud de lo expuesto anteriormente, podemos incorporar otros estudios
medianamente actuales de aclarar los rasgos personales vinculados al liderazgo
político; este es el caso de Bell. Este autor específicamente, ha defendido la
imagen de un líder dotado de poder y voluntad -o si se quiere- de cualidades
para el ejercicio del liderazgo[13].
Bajo la óptica de esta perspectiva las cualidades personales de un líder
político y que además consecuente con este principio por ejemplo, la siguiente
definición sobre el liderazgo es: “el resultado de la habilidad para persuadir
y dirigir hombres, sin perjuicio del prestigio o poder que deriva del cargo u otras
circunstancias externas”[14].
El factor de impacto de esta perspectiva de
estudio, sin embargo, impulsa un déficit explicativo: puesto que la lista de
rasgos potenciales a tener en cuenta podría llegar a ser tan larga que
resultaría muy dificultoso establecer la
conexión entre un rasgo determinado y el mayor o menor éxito de un líder
político.
[1] Browne, C.; Cohn, T. “El estudio del liderazgo”. Paidós. Buenos Aires,
p. 15. 1958
[2] Chemers y Ayman, R.
“La teoría de liderazgo y la investigación. Perspectivas y direcciones”.
Academic Press. San Diego, p. 293. 1992
[3] Northouse, P. G. “Teoría de liderazgo y práctica”. 2da Ed. Sage Publicaciones. Londres, p. 3. 2001
[4] El investigador Carter, prefiere hablar, en primer término del líder
como polarizador de los miembros del grupo. En segundo término del líder como
individuo capaz de dirigir al grupo hacia sus objetivos. En tercer término, del
líder como elegido o como persona seleccionada para esa función por los miembros
del grupo. En cuarto término, el líder entendido como aquella persona capaz de
impulsar al grupo en las dimensiones de la integración, la cohesión, la
sinergia, la moral, la sociabilidad, la permeabilidad. Finalmente, alude al líder como quien posee una conducta
de tal a juicio a juicio de quien realiza el estudio concreto del liderazgo.
Carter, L. F. “Sobre la definición del liderazgo”. New York Haspers, pp. 262-265. 1953
[5] Sobral, J. “Conducta política individual”, en Seoane, J. y Rodríguez,
A. “Psicología política”. Pirámide. Madrid, pp.76-77. 1988
[6] Northouse, P. G. Op., cit, p. 55.
[7] Ortega y Gasset, J. “Historia
como sistema”. Espasa Calpe. Madrid, p. 72. 1971
[8] Maisonneuve, J. “La dinámica de los grupos”. Proteo. Buenos Aires, p.
66. 1968
[9] Natera Peral, A. “El liderazgo político en la sociedad democrática”.
Centro de Estudios Políticos. Madrid, pp. 24-35. 2001
[10] Rejai, M. y Phillips, K. “Líderes y liderazgo”. Una evaluación de
teoría e investigación. Connecticut, p. 9. 1997
[11] Stogdill, R. M. “Manual de liderazgo”: Un estudio de la teoría y la
investigación. Free Press. New York, p. 52. 1974
[12] Michels, R. “Los partidos políticos”. Un estudio sociológico de las
tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Amorrortu editores. Buenos
Aires, p. 188. 1962
[13] Bell, D. “El fin de las ideologías”: sobre el agotamiento de las ideas
políticas en los años cincuenta, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Col.
Clásicos. Madrid, p. 386. 1990
[14] Natera Peral, A. Op., cit., p. 24.
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